Necesitamos de un papá para crecer sanos, fuertes y seguros

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NECESITAMOS DE UN PAPÁ PARA CRECER SANOS, FUERTES Y SEGUROS

Por: Pbro. Hugo Alberto Zuluaga Salazar
Vicario de Pastoral

El año del matrimonio y la familia es la oportunidad para seguir anunciando la buena noticia sobre la familia. Cada persona necesita del entorno familiar para poder crecer y desarrollarse sana y fuertemente.

En este mes que hacemos memoria de nuestros padres, reflexionemos sobre ese ser al que le debemos más que la vida, porque es signo de protección y de autoridad en el hogar.

En su rostro contemplamos a alguien que ha soportado el peso de la jornada, el calor del día y el paso de los años, sus manos encallecidas o cansadas nos indican que han trabajado fuerte para sacar adelante su familia. Esas manos se deshicieron para que nosotros nos hiciéramos.

Al observar su paso lento, nos recuerda el trasegar de la jornada, y que muchos de ellos ya no tienen la agilidad de los años juveniles, pero si la experiencia de la vida, el haber corrido a rescatar a los suyos; y en su corazón se atisba a un hombre reservado o expresivo, que ha aprendido el arte de amar para poder conquistar el corazón de su esposa y de sus hijos.

La sabiduría popular dice: “Madre no hay sino una, padre es cualquiera;” Considero que es una equivocación generalizar, pues no todos los padres han sido malos, infieles o irresponsables que han abandonado el hogar.

Todos nosotros conocemos el nombre, el rostro o el recuerdo de muchos padres que han vivido en fidelidad con su esposa, se han involucrado en la educación de los hijos, muchos de ellos no le han tenido miedo a la ternura, no pocos, después de la separación matrimonial o la muerte de su conyugue, sus hijos han elegido quedarse con ellos, no es gratis es la recompensa a lo buenos que han sido.

Es verdad que algunos no se han implicado en los procesos educativos de sus hijos, otros se han dejado esclavizar por el trabajo, algunos no han estado a la altura de la misión, ha brillado el machismo, el autoritarismo o la ausencia en la crianza de los hijos; por ellos también oramos y los invitamos a reconciliarse con su propia historia y con la de su familia.

Agradecemos a Dios por los que han cumplido su misión, oramos por los que no han tenido el talante y la valentía de ser buenos padres.

Es un error que como hijos nos escondamos detrás de la debilidad de nuestros padres como excusa para no ser buenos, faltarles al respeto o enrostrarles sus errores. El mero hecho que nos hayan dado la vida y educado por el camino del bien es suficiente para amarlos y respetarlos

Y ojalá que muchos de nosotros por la experiencia de papá que tenemos, podamos aprender a llamar a Dios como Padre y tener los sentimientos “como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles” (Sal 103, 13).

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