DIA DEL NIÑO POR NACER
Catedral San Nicolás, Rionegro
Marzo 25 de 2014
¿Por qué el día de la anunciación?
En el día de la concepción de Jesús, cuando contemplamos el misterio de Dios tomando carne de la carne de María, queremos acordarnos de todos los no nacidos y comprometernos con la defensa y cuidado de la vida desde su concepción, hasta su muerte natural.
En Jesús, presente ya en el seno de María alabamos a Dios por el milagro de cada vida que comienza. En Jesús que se encarnó en el vientre de María Virgen, que quiso recorrer nuestro mismo camino y consagrar todo el proceso de la vida humana desde el momento mismo de la concepción, queremos fundamentar un sí a la vida e iluminar el compromiso de defender a todo niño por nacer.
El valor de la vida
Reconocemos que la vida es el derecho primero y más importante que la humanidad debe cuidar.
Confesamos que la vida viene de Dios, de su amor infinito por cada hombre y mujer que viene a este mundo. Para Él amar es dar la vida. Somos fruto del corazón de Dios, que nos ha creado a su imagen y semejanza. Ahí radica la dignidad de cada persona humana.
La vida humana es siempre un bien, que hace parte de la bondad y belleza de la creación de Dios. La vida humana es un don que hay que aceptar agradecidos, y un bien que hay que promover y defender.
Por eso el mandato es: “no matar”. “No matar” en ningún caso, no importa si tomas una vida nacida o destruyes una que va a nacer, porque una vida concebida, ya es un miembro más del género humano y lleva consigo el derecho a nacer. Desde la concepción ya se es el hombre que va a ser: “Tienes la fruta ya en la semilla”.
La Iglesia, por tanto, ha abogado para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el mismo momento en que empieza a existir, desde ese milagro maravilloso de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada social y jurídicamente.
Asistimos a una propaganda anti-vida, a una promoción de una mentalidad y una conducta anti-vida, a propuestas legislativas y gubernamentales que favorecen la despenalización del aborto, la desvalorización de la familia, la deformación de la maternidad y la paternidad, la incitación a una sexualidad despersonalizada e irresponsable.
No podemos ceder a estas pretensiones que niegan el esplendor de la verdad sobre la vida de todo ser humano.
“Ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser humano inocente, no hay privilegios ni excepciones para nadie” (Juan Pablo II, Veritates Esplendor, 96).
Razones no solamente religiosas
Todas estas situaciones que tienen que ver con la vida humana y en concreto con la vida del no nacido, no es cuestión solamente religiosa, como lo quieren hacer aparecer los amigos del aborto.
El niño por nacer no es un asunto de opinión, que depende de una visión individualista, subjetiva o relativista, sin referencia a los valores objetivos, universales y perennes inscritos en la misma naturaleza humana. El niño ya concebido tiene el peso de una realidad que no puede ignorar ni ocultar la razón humana. Por eso la inviolabilidad y sacralidad de la vida humana naciente no es sólo una verdad de nuestra fe cristiana, sino también una ley natural inscrita en el corazón de todo hombre y mujer.
La defensa de la vida
Esta vida, que se refugia en el vientre materno, es un ser completamente indefenso, que queda a merced de los que lo aman o de quienes desean su eliminación, que con su grito inocente y silencioso está pidiendo protección, está reclamando su derecho a vivir.
Desafortunadamente en el mundo de hoy hay graves ataques a la vida humana. Se mira al “no nacido” como un producto, un “objeto” para desechar de acuerdo a las circunstancias de los que lo engendran o al gusto, dizque moderno, de los legisladores. Se toma a veces como un “estorbo”, una “incomodidad”, un “desconocido” que perturba el egoísmo y comodidad de los que rechazan ser madres y padres. Una cultura egoísta e individualista no se puede construir a costa de los derechos de las personas, de los niños.
“Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente” (Juan pablo II).
Reclamos
Preguntémonos ¿Cómo una persona que ya nació le puede negar la posibilidad a otra persona que está por nacer? ¿Cómo, el don que ya hemos recibido, se lo queremos negar a otros?
Herodes es el prototipo de los que matan a los niños. Hay muchos Herodes que no sólo no se ocupan de la vida de los demás, sino que la limitan, la matan. El egoísmo, que es un apego exagerado a la propia vida, nos hace indiferentes frente a las otras vidas. Es una cultura individualista que se niega a ser fecunda, aunque el precio de esa no- fecundidad sea sangre inocente.
Hemos tenido la experiencia con los niños: que ante un desconocido que quiere cargarlo o acercárcele, va y se refugia en su madre. “Si un ser humano no está seguro en el seno de su madre ¿Dónde podrá entonces estar seguro en este mundo?”
Qué hacer
En este día, en esta jornada en favor del “niño por nacer”, estamos invitados a ser constructores de la cultura de la vida.
A ser conscientes del valor primario y sagrado de la vida, para que nunca neguemos la posibilidad de nacer al que en el vientre de su madre ya posee vida propia y la dignidad de ser uno de nuestra familia humana.
Eso implica nuestro compromiso de defender, cuidar y promover a todo niño por nacer. Y a oponernos a todo intento de impedir o destruir esa vida por nacer.
Esto implica también a valorar y proteger la familia, como célula fundamental de toda sociedad, y como el más indicado “santuario de la vida”.
El camino para cuidar la vida es entregar la propia vida.
Es que una sociedad que no proteja la vida, sobre todo a la vida débil e indefensa, que no pone sus recursos para favorecer la vida por nacer, no se debe sorprender por las atrocidades que se cometen con los niños, los enfermos, los ancianos, las mujeres y los miembros más desprotegidos (abuso sexual y laboral, limpieza social, eutanasia, abandono, violencia intrafamiliar, trata de personas, trato de “desechables, carrusel de la muerte…). Sólo siguiendo el camino de respeto, defensa, amor y servicio por toda la vida humana, se encontrará justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad (Cf. Evangelium Vitae, 5).
La ciencia no se puede alejar de su fin principal: el servicio del ser humano. Es también el fin del Estado, de las leyes.
Que nos llenemos de actitudes de ternura, de esperanza y de paciencia para custodiar toda vida humana, especialmente la más frágil, la más indefensa.
En este bello texto del Papa Francisco, está resumido el mensaje para este día del niño por nacer:
“Entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo…
Para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno.
La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, “toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre” (Christifideles Laici, 37). (E.G. 213).
Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o “modernizaciones”. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”. (E.G. 214).
Recordemos que Jesús ha venido para que tengamos vida, pero vida plena y en abundancia.
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo Diócesis de Sonsón – Rionegro