Por Adolfo Duque Arbeláez, Pbro.
Academia Colombiana de Historia Eclesiástica
El Santo Concilio exhorta con vehemencia, particularmente a los religiosos, a que aprendan el sublime conocimiento de Jesucristo, con la lectura frecuente de las Divinas Escrituras. (D.V.)
La Palabra es el alimento, la meditatio es la asimilación de esa Palabra; la oratio es la confrontación de la Palabra, meterse en la Palabra; la contemplatio es descubrir la presencia del Señor en la Palabra.
Cada Palabra está inspirada por el Espíritu Santo.
Lectura lenta, sin correr, continua, siguiendo un orden, leer en voz media, escuchar cada Palabra, lectura minuciosa, paciente, lenta, sabrosa, lo desmenuza todo, le busca paralelos.
No ir a la Lectio Divina a buscar algo, ni consolarme, ni ideas nuevas, ni información, curiosidad, únicamente a Dios.
La Lectio y la Meditation son inseparables, se vinculan, se condicionan mutuamente, la Meditation es la prolongación normal de la lectura.
Leer sin afán, poco a poco, a largo plazo irá produciendo frutos, movidos por el amor a la Palabra y la fe en ella.
La Lectio Divina no es picadura, leer aquí y allí, según mis sentimientos, no, esto debe ser una lectura continua, leer para entrar en el autor, en el corazón del autor, en el pensamiento y en la existencia del autor.
La Lectio Divina hecha continuamente nos dará una riqueza que ninguna corriente espiritual nos pueda dar.
No buscar en la lectura la eficacia, el hombre es lo que lee y su valor depende de cómo lee.
Evitar buscar lo nuevo, lo que me interesa, ciertos pasajes que me gustan eso no es Lectio Divina eso es subjetivismo, y esnobismo.
Es una búsqueda de Dios a través de la Escritura, el amor a la Palabra es la primera condición y es condición “sine qua non”.
Una condición en la Lectio Divina es el silencio, Dios no es el silencio, pero en el silencio se le encuentra, la Palabra resuena en el silencio. Éste es una exigencia para matricularse en la Escuela de la Lectio Divina.
Crear en las Casas Religiosas oasis de silencio, períodos de silencio, sólo a ese precio se podrá recuperar un valor que se llama interioridad.
Leer memorizando, dándose cuenta que tiene afinidades con otros textos que provocan un diálogo con Dios, con las mismas Palabras del texto, la lectura rápida y superficial es enemiga de la Lectio Divina.
Toda Palabra en la Biblia es importante, no se puede creer que hay cosas importantes y otras no como si Dios hubiese escrito cosas sin importancia.
El propósito de la Lectio Divina es esencialmente entrar en contacto con Dios, no es informarnos.
La capacidad de poner en práctica lo que he escuchado depende de la intensidad de la escucha.
La lectura asidua transforma el corazón del creyente, esa lectura prolongada, frecuente, asidua, procura la asimilación de la Palabra de Dios y convierte el corazón en morada de Dios.
La contemplación es sentir y saborear interiormente las dulzuras de las cosas de Dios. (Ignacio de Loyola).
En la Lectio Divina la Palabra es como un espejo que le devuelve a uno su imagen, uno se ve en el espejo de la Palabra.
El peligro en la Lectio Divina, es ir a ella buscando cierto gusto o satisfacción y cuando no lo encuentra, deja la Lectio Divina, orar por Dios, no por consuelos, ni gustos personales.
Es necesario que la Escritura se haya convertido en nuestra propia sustancia, pues la Palabra acogida forma a Cristo en nosotros y nos hace de verdad cristianos.
El Espíritu Santo convierte la letra en Palabra de Dios y se puede decir que es una lectura espiritual, en el espíritu, con el espíritu, sin esto, es un ejercicio humano e intelectual no de sabiduría divina.
Se recomienda repetir incansablemente la Palabra misma, el mismo texto en orden a saborearlo todo, asimilarlo interiormente, un sonido se repite y a punto de repetirlo se memoriza, si lo tengo en la memoria lo tendré siempre conmigo.
Todo esfuerzo en el crecimiento espiritual debería estar orientado hacia la escucha de la Palabra de Dios. Si la Palabra no es el centro, si no existe la atención a la Palabra, se corre el riesgo de no concluir nada.
En la Sagrada Escritura no se puede quitar o añadir nada sino que toda partícula de la Palabra de Dios posee un pozo infinito de significados.
La capacidad de extraer del texto Sagrado depende de la capacidad de la meditación.
La Lectio Divina ayuda a descubrir el verdadero rostro de Jesús y las exigencias de su seguimiento.
El conocimiento de la Palabra de Dios es el cimiento de toda vida cristiana y el alimento permanente de la misma.
San Agustín recomienda orar con la Palabra:
Si el texto es oración: Ora
Si el texto es gemido: Gime
Si el texto es gratitud: Alégrate
Si el texto es Esperanza: Espera
Si el texto es temor: Teme
Es muy importante que junto a la Lectio Divina, se tenga una gran familiaridad con la Biblia, sin quedarse en una lectura de corrido o un simple estudio sobre ella.
El desconocimiento de las Escrituras, es desconocimiento de Cristo, y el conocimiento de las Escrituras, es conocimiento de Cristo.
La Lectio Divina en nosotros debe ser como en María, que escuchaba y lo guardaba en su corazón.
Al vivir en este mundo bíblico, se aleja del pecado, se desprende del mundo, y se deshace de los pensamientos inútiles.
¡Que manjares, que mieles puede haber más dulces que conocer la Providencia de Dios, penetrar en sus escritos examinar el pensamiento del Creador, que nuestras delicias sean meditar en la Palabra día y noche!