Ordenación sacerdotal
Jorge Luis Giraldo Rincón
Marinilla, noviembre 16 de 2017
“Es preciso que Él crezca y que yo disminuya” (Juan 3,30)
Hebreos 5, 1-10 Salmo 115 Mateo 9, 35-38
Mis queridos hermanos,
“La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos, rueguen, pues, al dueño de la mies que mande trabajadores a su mies”. Así terminaba el Evangelio y así comenzamos esta reflexión; continuando nuestra oración, como sé lo hacen muchas personas, sobre todo los jueves vocacionales, para que el Señor no deje de enviar trabajadores al campo del mundo y de su Iglesia y agradeciendo al Señor por Jorge Luis Giraldo Rincón, en quien nos sentimos regalados con un nuevo operario para la misión que debe cumplir la Iglesia en el nombre del Señor.
Es un hijo de Marinilla, es otro fruto de esta comunidad creyente, miembro de una de nuestras queridas familias. El Papa (en Medellín) deseaba, como ideal que muchos de los llamados a la vida de especial consagración “hayan escuchado el llamado de Dios en medio de familias sostenidas por un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia… Algunas familias, quiera Dios que muchas sean así”. Oremos por la estabilidad, la unidad y la fidelidad de nuestras familias.
“Todo sacerdote, es escogido de entre los hombres”. Una primera consecuencia: si es escogido, es porque depende de una opción libre de Dios. Nadie puede apropiarse este honor. Nadie puede ser sacerdote por propio gusto. Sólo Dios es quien llama. La vocación es algo que no se produce nunca por nuestros méritos o por nuestras cualidades humanas, sino que brota únicamente de la libre y misericordiosa iniciativa divina respecto a nosotros.
“Todo sacerdote es tomado de entre los hombres”. Una segunda consecuencia: el Señor llama a una persona “común y corriente”, es “sacado”, “tomado” de su ambiente común, de entre muchos otros. Siempre será un misterio, ¿Por qué éste y no este otro? ¿Por qué Jorge Luis y no otro? (honrado, buena gente, inteligente…). Eso sí, el Señor lo toma de un ambiente común, para un ámbito diferente.
A esa persona, la llama “para representar a los hombres en el culto a Dios”, y para representar a Dios de cara a la salvación de todos los hombres. Decimos en la consagración: “Sangre que será derramada por vosotros y por muchos”. Elegidos para salvación de muchos, para servir al pueblo de Dios en lo concerniente a Dios. Esa es nuestra razón de ser: “estar en función de…”, nada menos que de la salvación que Dios desea para todos y que Jesucristo ha ganado con su sacrificio en la cruz.
El sacramento del Orden, con la imposición de manos y la oración de consagración, comunica el don del Espíritu Santo para la santificación interior del ordenado y ser trasladado y destinado al mundo de lo sagrado; y lo capacita para el cumplimiento de los oficios propios del ministerio. Sucede algo maravilloso, el ordenado es asimilado a Cristo, Sumo y único sacerdote.
Pero esa unción sacerdotal no nos cambia la naturaleza propia, seguimos siendo las mismas personas normales, con su cúmulo de cualidades y defectos, sus posibilidades y limitaciones.
Esa condición humana, que San Pablo compara con “una vasija de barro”, tiene que ser preocupación constante de cada sacerdote: permanente aprendizaje para ser un hombre maduro. La calidad humana del sacerdote engalana su ser sacerdotal (ese tesoro divino). Los valores humanos acrecientan los valores sacerdotales. La grandeza de la consagración sacerdotal necesita el mejor soporte humano. Los fieles no tienen porque “aguantarse” a un sacerdote aislado, mal genio, regañón, incomprensivo, autoritario, repelente… indiferente.
Si no entendemos y vivimos las cosas de la tierra, ¿cómo vamos a entender y a vivir las cosas del cielo?
El ministerio que el Señor nos ha encargado necesita el mejor instrumento humano: nuestra gente espera acogida, atención, preocupación por su situación, comprensión, acompañamiento, solicitud… Al fin y al cabo, somos para ellos.
Y como quedamos constituidos otros Cristos, sólo nos queda aprender de Jesús. Jorge Luis, que el Señor Jesús sea tu único referente para tu desempeño sacerdotal:
- Que recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando, anunciando el evangelio del Reino:
“Ir de camino” como Jesús, significa asumir la vida con las posibilidades, riesgos y consecuencias que ello implica, buscar la recuperación y sanación de lo infrahumano, derribar los muros que nos separan, ser generadores de esperanza, tener sensibilidad social, tener inconformidad y firmeza en la denuncia del pecado y todo tipo de discriminación.
“Salir” para encontrar. El Señor se encontró cercanos y alejados: discípulos, ciegos, leprosos, paralíticos, un cortejo fúnebre con el hijo único de una viuda… La misión es salir al encuentro de todos, del que sea, sin dar rodeos; pero salir con el corazón lleno de Dios, con la buena noticia del Reino en nuestro ser, en nuestros pies y en nuestras manos.
- Que curaba todas las enfermedades y todas las dolencias. Que se compadecía de todas las gentes porque estaban extenuadas y cansadas, como ovejas sin pastor.
Salir también con la compasión de Dios, ser capaz de agacharse ante la desgracia humana. Buscarla en toda clase de periferias, allí donde vive el pueblo de Dios. “La misión se realiza siempre cuerpo a cuerpo”, persona a persona, sin darnos miedo de tocar sus heridas, “con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino como buen samaritano” (Macarena), que actúa, que atiende, que cura, que carga consigo. “No podemos apartar la mirada del hombre en su situación concreta”.
Con las actitudes de Jesús, Jorge Luis, es que puedes ser testigo. A eso está llamado el sacerdote, a ser testigo del Señor y sólo del Señor. Nada de ponernos de centro: todo lo que hagamos sea para favorecer en los demás el encuentro con Jesús, para regalarle a los hermanos el precioso tesoro de la fe en Él. Sé consciente de lo que escribiste en tu tarjeta: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya”.
Para poder ser testigos es necesario haber encontrado ya al Señor (nadie da de lo que no tiene. Un sacerdote vacío del Señor ni es nada, ni sirve para nada), y haber llegado, por ello, a ser capaz de ir más allá de las apariencias, accediendo a una profunda mirada de fe sobre la realidad. Dar testimonio es regalar a otros esta mirada que, precedentemente, ya ha cambiado nuestra vida. Esto supone haber entrado en un nuevo tipo de existencia, en una comunión activa con Jesús, una comunión que puede ser expresada como “habitar en Él”, “permanecer en Él” más aún, como un “detenerse junto a Él”. Que aprendas a “detenerte ante el Señor”, a no temer el silencio de la contemplación, ese silencio que te permite experimentar de una manera profunda su amistad.
Jorge Luis, el ser y la misión que recibes, es de verdad emocionante. Nada ni nadie te arrebate la alegría de ser del Señor y de ser servidor de tus hermanos. Confíate a la intercesión de María, que asunta al cielo, llevó consigo la alegría de creer y la confianza en la Palabra de Dios que la llamó. Y que tu vida sea un “sacrificio de alabanza” para pagarle al Señor todo lo maravillosos que ha hecho y hace en ti.
Amén.
+Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón – Rionegro