Homilía ordenación Sacerdotal Wilson Andrés Morales Suárez – enero 6 de 2018

HOMILIAS

Ordenación Sacerdotal

Wilson Andrés Morales Suárez

Charalá, enero 6 de 2017

Liturgia de La Epifanía

“Señor que mi sacerdocio no haga otra cosa sino amar”

 

Muy queridos hermanos. Hemos venido con mucho gusto hasta aquí, a Charalá, donde tiene Wilson Andrés sus raíces familiares y donde también bebió de la comunidad cristiana los elementos de su fe, base de su llamada al sacerdocio.

Aprovechamos la fiesta de la Epifanía para comprender también muchos de los rasgos del sacerdote católico, en este día de tu ordenación sacerdotal.

Fiesta de la Epifanía:

Esta palabra hace relación a una “aparición”, que se manifiesta desde lo alto. Sólo que  la concepción cristiana, se diferencia de la griega que hace referencia a una manifestación prodigiosa, milagrosa, extraordinaria de los dioses.

Dios se nos revela en un signo cotidiano de la vida familiar, tal vez de la manera más impensada: en un niño recién nacido, envuelto en pañales, sostenido en brazos por su madre. Es un rey distinto, sin ningún entorno portentoso. Así es Dios. Su rostro verdadero, desde el principio, se ha mostrado en lo pequeño, nunca en el poder. Jamás ha pretendido ser un Dios grande, inmenso, infinito, lejano, intocable, justiciero, dispuesto a resolver cualquier problema con prodigios, como por arte de magia. Recordemos, Jesús siempre evitó el “milagrerismo” y se escabulló cuando querían hacerlo rey.

Dios no ha cambiado su manera de actuar. Así como se hizo niño, naciendo de una mujer sencilla, que se declaró a sí misma “servidora”; como eligió como primeros destinatarios de la Buena Noticia a unos pastores, personas insignificantes en el contexto social; como llamó para ser sus Apóstoles a rudos e ignorante pescadores… Sigue llamando para su obra a personas normales, hombres de carne y hueso, sin exigencia de títulos o méritos especiales. Eso somos cada uno de nosotros, obispos y sacerdotes presentes. Eso mismo es Wilson Andrés.

En la ordenación sí va a ocurrir una epifanía, una “manifestación extraordinaria” de Dios, pero no con “rayos y centellas”, sino con la suave efusión del Espíritu que penetra interiormente a Wilson Andrés para transformarlo en sacerdote de su Hijo Jesucristo, el Sumo y eterno sacerdote. Dios hace su obra grande, a través de signos sencillos de imposición de manos, de oración y de unción. Dios hace su obra grande en la pequeñez de una persona humana.

La estrella que es luz: experiencia de Dios.

La Epifanía celebra la manifestación de Dios en la persona de Jesús; la manifestación de la luz de Dios en una estrella, que es Jesús. Él es la luz plena y verdadera del mundo, que atrae a todos hacia Él. Los Magos se sintieron encantados con la luz, fascinados por el resplandor del rey recién nacido. Jesús viene a nosotros con toda su gloria, nos rodea, nos inunda, nos llena.

A sus elegidos, como a Pablo (2ª lectura) y, como a ti, Wilson Andrés, Dios les da a conocer su Plan secreto. Reciben, por gracia de Dios, el conocimiento (la experiencia) del Misterio de Cristo.

Al igual que a los Magos, tú también, Wilson Andrés, has sido atraído por el resplandor de Cristo, verdadera luz. Si hoy vas a responder un “Sí”, un “aquí estoy” es porque antes ya habías sido seducido, deslumbrado, como atrapado por el Señor. ¡Esa es la experiencia de la vocación! Mirar la Estrella, que es Cristo y dejarse guiar por su luz, significa abrirse al misterio de Dios.

Los Reyes Magos, modelo para los creyentes:

¿Qué nos pueden enseñar hoy los Magos de Oriente? ¿Qué dicen de tu experiencia como vocacionado, Wilson Andrés?

  • La sensibilidad ante los signos que manifiestan a Dios. Saben elevar su mirada al cielo y asombrarse ante la luz de Dios.
  • El ponerse en movimiento, superar el inmovilismo. Los Magos son el símbolo de la inquietud, del ser humano que busca. Se ponen en “salida”, impulsados por la búsqueda ardiente de un reino nuevo, de una nueva relación con Dios. Vivir es siempre seguir la Estrella, la fe no es estática.

Wilson Andrés, como sacerdote debes ser sensible a la presencia del Señor en la oración, en los hermanos, en las diversas situaciones de la vida, en la Eucaristía. No puedes ser “cerrado” como Herodes y las autoridades, que embriagados por el poder, para defender sus propios intereses y perpetuar un reino de dominio, opresión e injusticia (que además, imponen por la fuerza), se cierran a la luz, a la verdadera posibilidad de salvación, a la novedad que es Dios.

Wilson Andrés, como sacerdote, estás llamado a vivir en salida, en una búsqueda constante de la verdad, de la fe, del bien. ¡No puedes estancarte! Nunca puedes sentirte lleno, hecho, autosuficiente. No pretendas saberlo todo, estar seguro de todo. Una verdadera espiritualidad siempre está en camino, con sed de Dios, en búsqueda de santidad y perfección y, por tanto, en camino de conversión.

Volvieron por otro camino”:

No es un dato marginal. El encuentro con Jesús, el Dios que se manifiesta en una Estrella, definitivamente nos hace capaces de “recorrer otro camino”. No ya el camino de Jerusalén, ciudad del poder político y religioso del mundo judío, sino el camino que nos marca el Niño envuelto en pañales, el camino que Dios mismo recorre con nosotros: el camino que se dona en exceso, sin condiciones, a todos. Jesús cambia el sentido de nuestra vida y nos dice: “ven y sígueme”, para que recorramos “su” camino.

Wilson Andrés, Jesús te ha cambiado la vida. Y hoy, con la ordenación presbiteral, con más intensidad te marca el camino, que va desde la humildad y pobreza de un niño, envuelto en pañales en una gruta (pesebre) a la entrega del que fue envuelto en un sudario y puesto en otra gruta, el sepulcro. Ese es el camino que vence la muerte, el camino que abre las puertas a la vida.

Wilson Andrés, no hay otro camino sacerdotal que el de Jesús, el camino de la pobreza, del abajamiento y la humildad, el camino de la entrega del amor sin reservas. No es otro que el camino de la Cruz, que a la vez, es el camino de la Resurrección.

La misión es universal:

Un mensaje central de la Epifanía es que Dios se preocupa por toda la humanidad. La voluntad de Dios es manifestarse a todos los pueblos. Así nos lo dicen las lecturas de hoy:

Las naciones caminarán a tu luz y los reyes al resplandor de tu aurora… Todos se reúnen y vienen a ti, tus hijos llegan de lejos y tus hijas son traídas en brazos” (1ª lectura).

Dios quiere ser “adorado” por todos los pueblos (Salmo responsorial).

Los paganos comparten la misma herencia con los judíos, son miembros del mismo cuerpo y, en virtud del Evangelio, participan de la misma promesa en Cristo” (2ª lectura).

Esto significa que la redención es para todos, sin ninguna excepción. Los Magos representan a todos los pueblos de la tierra.

Esta universalidad se traduce en acogida del que viene de lejos; en comprensión del que habla otra lengua; en acompañamiento del que está solo…

En un niño recién nacido, Dios quiere ser abrazado por todos, por los puros e impuros (gentiles), por justos y pecadores; por Israel y por los pueblos paganos. La novedad de Dios es que no desprecia a nadie; la novedad de Dios es que ama también a los gentiles. Para Dios no hay barreras, ni hay muros. Dios no pone condiciones para poder abrirse a su luz. Para Dios nadie está perdido y su perdón se ofrece al que quiera salir del mundo viejo de la opresión, del egoísmo, de la violencia.

Wilson Andrés, tú te ordenas para la Diócesis de Sonsón – Rionegro en la Asociación San pablo, una Asociación sacerdotal misionera. Es significativo que te ordenes en la celebración de la fiesta de la Epifanía, la fiesta de la manifestación de Dios para todos los pueblos, para gente de todos los colores, de todas las condiciones, para buenos y malos, para justos e injustos.

Tu corazón misionero debe ser como el de Dios, donde quepan todos, donde todos puedan encontrar acogida, comprensión, aliento, consuelo, ayuda, signos concretos y verdaderos (no ficticios) de bondad y ternura. El Papa te invita a elegir: “¿Qué tipo de sacerdote quieres ser?” “¿Un sacerdote de salón, un sacerdote tranquilo y acomodado, o en cambio un discípulo misionero cuyo corazón arde por el Maestro y por el pueblo de Dios?” (Roma, octubre 7 de 2017).

Tú ya has anticipado y nos has compartido tu elección: “Señor, que mi sacerdocio no haga otra cosa sino amar” (frase de tu tarjeta de invitación). Y el amor no puede ser apagado, siempre es ardiente. La epifanía de Dios verdadero no es sino una sola: que en un niño recién nacido Dios ama perdidamente al hombre. Wilson Andrés, ama con pasión, en nombre del Señor, a quien representas como sacerdote, a todos los que el Señor te ponga en tu camino misionero. Acoge con amor al que te busca y busca con amor al alejado.

Ser luz en medio de las tinieblas:

Isaías presenta el duelo entre la luz y las tinieblas. La fuerza de Dios se presenta en la imagen de una luz de plenitud que lo revela todo, que todo lo ilumina. Esta luz, en el Evangelio, se manifiesta en la sencillez de un niño, luz que es más fuerte que las tinieblas de los reinos corruptos del mundo, representados por Herodes.

Así definía el Papa Francisco el mundo de las tinieblas en Colombia:

“En este hermoso País, Colombia… como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto a la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de venganza y del odio que mancha con sangre humana las manos de quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas de quienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas” (Papa Francisco, en la Eucaristía en Bogotá).

En medio de un mundo tan oscurecido por las tinieblas del error, de la violencia, de la corrupción y el individualismo, Jerusalén (1ª lectura) está llamada a levantarse y resplandecer porque ha llegado la luz verdadera: “Sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su gloria”. La Iglesia hoy también está llamada a ser Epifanía” de Dios, luz, en la vida de los que nos rodean.

Entiende, Wilson Andrés, tu ministerio sacerdotal misionero como ser portador de noticias alentadoras; como ser compañero de camino de tus hermanos, que en comunidad buscan la estrella de la verdadera luz en Jesucristo; y como luz que ilumine las tinieblas de los alejados, los de afuera, que buscan y necesitan conocer y adorar al Dios verdadero.

La gente tiene derecho a preguntarte: ¿Dónde está el Rey que habita en ti? ¿Dónde está el Rey que dices comunicar? Una buena síntesis de tu vida de sacerdote: irradiar la luz, que es Cristo, luz que ya te ha iluminado, te ha llamado, te ha colmado y te ha alegrado. Ninguna palabra, ninguna actitud, ningún gesto tuyo, debe desdecir de Aquel que es Luz para todos.

Hoy, Wilson Andrés, eres como los Magos, que han encontrado al Rey verdadero y se han llenado de alegría. Y tú, en vez de ofrecerle regalos de oro, incienso y mirra, te ofreces a ti mismo: ¡Señor, soy todo tuyo! En la Ordenación tómame y dispón de mí como tú quieras. Sólo quiero adorarte y servirte, sirviendo a mis hermanos.

La Virgen María será tu mejor modelo de vida sacerdotal. Ella acogió en todo su ser la Palabra de Dios que se hizo carne en ella. Y ella dio a luz ese fruto bendito de su vientre y de su fe. Que tu sacerdocio sea una permanente Epifanía del amor de Dios, de la luz de Dios.

Amén.

    + Fidel León Cadavid Marín
Obispo Diócesis de Sonsón – Rionegro

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