El pasado viernes 20 de julio, en la catedral San Nicolás el Magno, Rionegro, se realizó la solemne Eucaristía en la que cuatro jóvenes de nuestra diócesis, recibieron el ministerio del sacerdocio, por imposición de manos y oración consecratoria de monseñor Fidel León Cadavid Marín, obispo diocesano. La Eucaristía se realizó a las 10:00 a.m. y contó con la presencia de más de 130 sacerdotes, provenientes de diferentes lugares del territorio y muy buena participación de fieles, que se dieron cita para acompañar a estos jóvenes, en el día en que recibían la unción como otros Cristos.
Los jóvenes que recibieron el ministerio sacerdotal son: Norley de Jesús Gallego Tabares, de Argelia; José Ricardo Gómez Aristizábal, de Marinilla; Luis Ignacio Sánchez Quiceno y Néstor Camilo García López de San Vicente. (Leer la biografía de los nuevos presbíteros)
En la homilía, el obispo diocesano, le recordó a los nuevos ordenados que si quieren entender lo que hoy va a suceder en ellos, no hay camino mejor que introducirnos en el misterio del corazón sacerdotal de Cristo, “La ordenación es un acto sacramental que comunica la gracia del Espíritu Santo para configurar al ordenado con Jesucristo, sumo y eterno sacerdotes y para ser destinados a una misión muy especial y a vivir de otra manera; hoy Dios va actuar en ustedes una transformación radical, va a comunicarles una nueva identidad que afecta la totalidad de su persona, es la identidad el único sacerdote Jesucristo”.
Invitó a todos a poner la mirada en el sumo sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo, ”la pauta central nos la da lo que pasó en la última cena, en la institución de la eucaristía, donde mejor afloran los sentimientos del corazón sacerdotal de Jesús. El centro de ese sacerdocio está en el pan que ahora es su cuerpo entregado y el vino que es la copa de la nueva alezna sellada con su sangre por nosotros. En su gesto de ofrecer pan y vino resumió totalmente su vida y si misión como expresión de un amor hasta el extremo; es importante subrayar que lo hace movido por una pasión ‘Cómo he deseado comer esta pascua con ustedes antes de morir’; el corazón sacerdotal de Jesús está repleto de un deseo ardiente, de una solicitud que lo quema todo por dentro, para darlo todo a todos; así es el verdadero amor y de ahí se desprende la gran disponibilidad: aquí estoy señor para hacer tu voluntad”.
El sacerdocio de Jesucristo es completamente nuevo, no es un sacerdocio heredado ni ritual, ejercido en función del culto, ni ligado a preceptos externos; con cristo cambia radicalmente la perspectiva, su sacerdocio es existencial, centrado en su ser y actuar. En la última cena, Jesús anuncia que su sacerdocio consiste en ofrecerse a sí mismo; el sacrifico de su propio ser. Eso lo convierte en el sacerdote por excelencia, porque ningún sacerdote de la antigua alianza se había ofrecido a sí mismo como víctima de expiación. El sacrifico de Jesús es un ofrecimiento personal perfecto, es la ofrenda obediente del hijo al padre y la entrega fraterna a los hermanos. Hoy ustedes tienen al ánimo dispuesto para decir aquí estoy, es su compromiso personal, existencial con Dios y con los hermanos, no se trata de un ofrecimiento externo, sino de la misma firme convicción y del ardiente decisión de Jesús de obedecer la soberana voluntad salvífica del Padre y la de Jesús es una disposición tan radical que llega hasta entregar la vida.
Jesús, recordó el obispo, no pone límites a su entrega y de él tenemos que aprender a no poner límites a nuestra entrega, a nuestra ofrenda vital. “El sacerdote es también por y para los demás; estos términos son definitivos en la comprensión del sacerdocio de cristo: ofrenda, oblación, sacrifico, donación, entrega, él fue una sola ofrenda, la totalidad de su vida. Es entonces contradictorio un sacerdote no disponible, uno que se reserve mucho para sí y poco para los demás; es vergonzoso un sacerdote que se tiene que hacer rogar, que evade las solicitudes de los fieles o que se niegue a atenderlos. Dios necesita hombres capaces de sepultar su vida por amor a Dios y a los demás y no se trata de dar cosas, es darse a sí mismo. Si el sacerdote se ordena es para estar en función de los fieles, entonces los fieles tienen el derecho a exigirle su dedicación y disponibilidad; a ejemplo del Señor nosotros debemos también ser sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el mismo de él; el sacerdote debe vivir, entonces, en sintonía con la cruz; Se contradice el sentido sustancial del sacerdote víctima cuando se acomoda al mundo y se hace un simple funcionario que quiere hacer carrera o cuando se deja nublar por las pompas, los trajes especiales y las comodidades, cuando hay que hacerles venias y rendirle pleitesía. Así es cuando el ministerio se vuelve estéril”.
“Queridos Ignacio, Ricardo, Néstor, Norley, ustedes hoy serán destinados a hacer memoria, a hacer lo mismo del sumo sacerdote Jesús, por lo tanto ahí radica todo el sentido de su dedicación completa al servicio de los demás y su configuración personal con él en la Eucaristía. Es el Padre que, en su designio de salvación, ha determinado perpetuar, prolongar el único sacerdocio de su hijo, en la iglesia y por eso Jesús eligió algunos hombres, para que en virtud del sacerdocio ministerial hagan memoria de él, actúen en su nombre y amen a sus hermanos con la medida de su amor. Lo que el señor pide a sus sacerdotes es que vayan equipados con su humildad, con su bondad, con su capacidad para liberar las fuerzas del mal que hacen daño y hacen sufrir a las personas; el mandato es ir a todas partes, donde viven los hombres; siempre ir más allá, al encuentro de los que viven en la oscuridad, llamados a liberar la vida de las personas hundidas en la tristeza y la soledad, a los que viven angustiados por cualquier causa, a los desempleados, a los inmigrantes, a los que sufren injusticia y violencia; todo esto lo podrán hacer desde la experiencia vocacional que cada uno ha tenido. Su pasión sacerdotal nace de la escucha de la palabra de Dios, de la experiencia de haberse sentido mirado, reconocidos por Dios, llamados por su propio nombre y destinados a ser mediadores del mensaje de vida de Dios, para todo el género humano. Es la experiencia gozosa de sentirse bendecidos, agraciados, transformados por el mismo Dios. No se contenten con una pastoral insulsa, sin dientes, sin incidencia en la transformación de las personas, de las familias, de la sociedad. Es muy bonito ser sacerdote, para dar gracias, para interceder, para hacer memoria de Jesús, para ser puente, no muro, para dar la vida de Dios, para enseñar a amar, para sembrar en cada acción un mundo nuevo, el mundo que Dios quiere” finalizó Mons. Fidel.
Nos unimos en oración por estos cuatro jóvenes que recibieron el segundo grado del ministerio sacerdotal; agradecemos a Dios por el regalo de las vocaciones para nuestra iglesia particular de Sonsón Rionegro.
Vea la homilía completa aquí.
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