Diaconado Nelson Ospina Ospina
Seminario Cristo Sacerdote, La Ceja, marzo 28 de 2019
Isaías 6, 1-2ª.3-8; Salmo 22; Hechos 6, 1-7b; Lucas 5, 1-11
¡Nelson ha sido llamado a la Orden de los diáconos!
Hoy, rodeado de toda la comunidad formativa de nuestro Seminario Nacional Cristo Sacerdote, de sus más cercanos familiares y amigos, vamos a celebrar este sacramento. Vivamos este momento intenso en un ambiente muy vocacional.
¿Qué celebramos hoy? Una relación, un pacto. Descubramos qué hay detrás de esta historia vocacional de Nelson que hoy tiene un culmen sacramental cuando por la imposición de las manos y la oración de consagración es constituido diácono de la Iglesia a semejanza del gran Servidor de la humanidad, Jesucristo.
Ya la primera lectura nos da los dos elementos constitutivos de esta relación.
“Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?”
La primera voz que lo llena todo es la de Dios. Sin Él no entendemos nada. Dios tiene un proyecto sabio que quiere comunicar, tan excelso que es pura Buena Noticia. El amor no puede no comunicarse. La dicha de Dios es ofrecernos su Vida, compartirla con nosotros. Es desborde de gracia. Quiere derramarse, hacer alianza, contraer matrimonio. Por eso nos ha hablado de todas las formas, nos ha buscado y se ha arrimado de muchos modos. Finalmente nos ha hablado por su Hijo… Él encarna la pasión del amor de Dios por todos y cada uno, en Él nos ofrece la vida en abundancia.
En su Hijo nos ha dado “toda clase de bendiciones” y nos ha llamado a ser sus hijos. En su obsesión salvadora, Dios pregunta:” ¿A quién mandaré?” Dios quiere asociar a la misión única de Jesús a otros. Quiere llegar a todos y a todas partes. Pregunta: “¿Quién irá por mí?”. Es la pregunta retadora de Dios.
Muchos, a través de la historia “le han copiado” a Dios. Una nube de testigos se han sentido aludidos por la Palabra seria e interpelante del Señor. Tú, Nelson, eres uno de ellos. El Señor quiere contar contigo y con muchos más. La mies es abundante.
El otro elemento es la respuesta: contesté: “Aquí estoy, mándame”. ¡Ojo!, esta respuesta no puede hacerse a la loca. Se va construyendo a través del tiempo y de sucesivas elecciones; de muchas luchas interiores y en medio de dudas y certezas… Nelson, al hacer tu petición para el diaconado, que escribiste con tu propia mano, comprometiste allí tu propia vida, tu libertad. Sólo elecciones libres “hacen” al hombre y lo encaminan a las alturas de lo verdaderamente valioso. Dios sólo es digno de personas que lo eligen en libertad.
Ese “aquí estoy” equivale a una absoluta disposición a dejarte conducir por el Señor (es dejar que Jesús se te monte en tu barca y le dejes tomar el timón de tu vida). Es decirle, con la misma profundidad de María: “aquí tienes a tu siervo”, haz conmigo lo que quieras. Aquí estoy, envíame. El nombre de tu Asociación Sacerdotal, no es nominal: “Siervos del Espíritu Santo”, es la actitud que define tu vida frente a Dios, es la esencia de una clara espiritualidad.
Esa respuesta se corresponde con las exigencias de Jesús a sus seguidores: “el que quiera seguirme niéguese a sí mismo”. Es renunciar a la propia voluntad para entregarse a la del Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo.
Esta es la ley del discípulo: solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Es hacer de tu vida no “cosa propia”, sino “cosa que dar”. Y es la vivencia de lo que constituye el ser sacerdotal de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Es una respuesta que informará toda tu vida entera en adelante. “El deseo de Dios es que nuestra vida no acabe prisionera de lo obvio, que no se vea arrastrada por la inercia de los hábitos diarios” (Francisco – mensaje vocaciones 2019). Es que la vida entera se trastorna cuando el Señor nos incorpora a la aventura de Dios entre los hombres. Nelson, tu historia personal entra en una nueva dinámica de vida.
Responder al Señor y seguirlo tiene como presupuesto: “dejarlo todo”. “Dejándolo todo, lo siguieron”.
Para una adhesión del corazón al Maestro hay que dejar lo que impide la disponibilidad para caminar junto a Él. Dejar las barcas indica comenzar algo nuevo.
Jesús rompe la “parálisis de la normalidad”. Y nos mueve a participar en un “sueño más grande”
El discípulo debe ser una persona libre que no se deja atar por nada ni por nadie. Dejando “cosas, bienes, apegos” se acoge una nueva jerarquía de valores según el Reino de Dios.
“Dejar” seguridades (lo pasado, los pegotes que estorban) para abandonarse en Jesús. “Dejar todo lo que nos puede mantener amarrados a nuestra pequeña barca, impidiéndonos tomar una decisión definitiva” (Francisco – mensaje vocaciones 2019). “En definitiva, cuando estamos ante el vasto mar de la vocación, no podemos quedarnos a reparar nuestras redes, en la barca que nos da seguridad, sino que debemos fiarnos de la promesa del Señor” (Francisco – mensaje vocaciones 2019).
“En definitiva, la vocación es una invitación a no quedarnos en la orilla con las redes en la mano, sino a seguir a Jesús por el camino que ha pensado para nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean” (Francisco –mensaje vocaciones 2019).
Esa disposición de libertad, libre de ataduras, es, Nelson, tu gesto de amor, de entregarle la vida al Señor para que Él la conduzca por “sus” caminos. Al Maestro hay que dejarlo ser “Señor”. Discípulo es, entonces: el que se deja conducir, dócilmente y con el corazón libre, por el Señor de sus vidas. Y, por tanto, le da la primacía a la Palabra del Señor: “En tu nombre echaré las redes”.
Si Jesús lo es todo, no necesitas nada. Lo único que necesitas es su amor; y tu libertad de dejarlo todo por Él, es la causa real de tu alegría más plena.
No olvidar nuestra condición. Miremos esta reacción común del profeta y de Pedro:
“¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros”. “Apártate de mí, Señor, que soy un pobre pecador”
Es normal y necesaria esta reacción ante la presencia de Dios y la grandeza de la misión que se recibe. ¿Qué es el hombre para que te fijes en él?, dice un Salmo. ¿Qué somos para que cuentes con nosotros?
La conciencia de pecado y de pobreza es el punto de partida indicado de un camino en el que “el que se humilla será ensalzado”. Vencer la insolencia de exigir cualquier merecimiento y abrirnos agradecidos a todo lo que el Señor nos regala. El evangelizador debe primero experimentar la acción salvífica de Dios: “Mira… ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado”.
El miedo paraliza. Pero siempre el Señor repite: “¡No tengas miedo!” Jesús no se asusta de nuestra pequeñez ni retrocede ante nuestras fragilidades. Nos invita a la confianza en Él y en su Evangelio, a sabernos discípulos del Señor de las Misericordias. Es Él quien inspira nuestra conversión y quien transforma el miedo en valentía y audacia.
El Señor hace maravillas con los que se confían en Él, con los que son humildes ante Él.
Para qué misión te quiere Dios, cuando preguntó “¿A quién mandaré?” La respuesta está en el Evangelio: para “ser pescador de hombres”.
“Es la iniciativa amorosa con la que Dios viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que quiere que participemos, mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una pesca sobreabundante” (Francisco – mensaje vocaciones 2019).
¿En qué consiste ese gran proyecto? En “pescar hombres”, es decir, salvar vidas, salvar a otras personas. Salvar una vida, es la forma más elevada de hacer el bien.
Desde ahora, como diácono, cuidarás la vida de otros (el ejemplo del Buen Samaritano es elocuente sobre qué significa cuidar a una persona), reanimarás la vida de otros. Sacarás a la gente del mar oscuro de la humanidad, de los poderes del desamor, de la mentira y de la injusticia y las despertarás a la vida, para que descubran al Dios que los ama sin medida.
Esa es la misión para todos en la Iglesia. Pero la segunda lectura de esta liturgia la precisa como función específica (pero no exclusiva) de los diáconos: ser pescador de hombres en la tarea de la caridad.
Se nos dice que, al crecer el número de discípulos en la comunidad, trajo como consecuencia una deficiencia en la atención a las viudas. Se hizo necesario un ministerio para el adecuado cuidado de los pobres y los apóstoles se pudieran dedicar más de lleno a la predicación de la Palabra y a la oración. “Escojan siete de ustedes, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea”.
A los diáconos les corresponde mantener viva esa fundamental vocación de la Iglesia: el seguimiento de Cristo pobre y servidor. Como diácono, Nelson, te identificas con el Señor del Servicio. Sin ese testimonio decidido de la caridad la Iglesia pierde credibilidad y se deforma.
Aunque tengamos muchas deficiencias en el anuncio de la belleza del Evangelio, lo que sigue siendo un signo inequívoco (que no debe faltar jamás) es la “opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (E.G. 195). La opción por los pobres no se refiere a meras acciones de promoción y de asistencia, sino a ese encuentro personal con el pobre y sus necesidades, su cultura, su mundo y su forma de vivir la fe. No es una utilización de los pobres, sino la vivencia contemplativa de la identificación de Cristo con ellos.
En definitiva, hacer que el amor de Dios reine entre todos, para que “la vida social sea un ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos” (E.G. 180).
Hoy, Nelson, el Señor te invita a “remar mar adentro” y a no permanecer en la superficialidad. Al responder “heme aquí”, renuncias a decidir la vida solo, a luchar sin lograr llenar de contenido y sentido tu existencia diaria, expuesto a que llegue la noche, el cansancio y la falta de resultados. Hoy decides hacer tu vida con Él, recorriendo el camino creyente de echar cada día las redes en su nombre. Si permaneces fiel a este compromiso experimentarás en tu vida de servicio una diferencia tan grande como tener redes vacías o redes repletas; como sentir frustración y cansancio cuando te confías sólo en tus fuerzas, o una alegría profunda cuando te confías sólo en Él.
La Virgen María, experta en el seguimiento de Jesús, anime tus pasos detrás del que te ha conocido desde siempre y te constituye hoy “profeta de las naciones”.
Amén.
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón – Rionegro