Enero 13 de 2019
Fiesta del Bautismo del Señor
Vocación:
“Yo, el Señor, te llamé para traer la libertad, yo te tomé de la mano, te formé”
“Este es mi siervo a quien sostengo, mi elegido, en quien tengo mi complacencia”
Dios crea con nosotros una relación, que parte de Él: nos elige, nos toma de la mano, nos sostiene, se complace en nosotros.
Siéntete Omar “siervo del Señor”, es decir, perteneciente al Señor, protegido en Él. Ser siervo del Señor es “tener al mejor Señor”. Hoy, con una disponibilidad total, te entregas al Señor y a su obra.
¿Quién es tu Señor? Jesús.
Esta fiesta nos invita a responder a una pregunta crucial de nuestra fe: ¿Quién es Jesús?
“Yo los bautizo con agua, pero viene otro que es más poderoso que yo”
De Él da testimonio el Padre:
“Y una voz desde el cielo dijo: Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo mi complacencia”
Se revela la identidad más profunda de Jesús: “Tú eres mi Hijo, el predilecto”. Él escucha esta proclamación mientras oraba; es del todo una experiencia singular.
Jesús sentía que lo envolvía toda la presencia y el amor del Padre. Oía en su interior la palabra que el Padre le repetía desde siempre: “Tú eres mi Hijo, el amado”. Tú eres todo mi amor, mi alegría. El secreto de Jesús está en sentirse totalmente amado y desde ese amor no puede más que amarnos a todos, sin excepción, con un amor infinito.
La vocación, la podemos describir como esta experiencia interior de ser amados; una experiencia única y personal.
Hoy, Dios te repite lo mismo: “Omar, tú eres mi hijo, mi siervo, mi predilecto, eres todo mi amor”.
La intimidad profunda con el Padre es alimentada por la oración (que es un modo de comunicación verdadera con Dios) y sellada con el descendimiento del Espíritu.
Unción: En esta fiesta, y en esta ordenación, el Espíritu es protagonista.
“He puesto mi Espíritu sobre Él para que muestre a las naciones mi justicia”
“Como ungió Dios a Jesús de Nazaret, llenándolo del Espíritu Santo y de poder”
“Y el Espíritu Santo descendió en figura corporal como paloma sobre Él”
El verdadero bautismo de Jesús es “en el Espíritu”, para ser profeta del Reino de Dios. El Espíritu Santo es el cambia el rumbo de la vida de Jesús (no el bautismo de Juan). Es ungido para una misión, ya no con aceite, sino con el Espíritu de Dios. Su vida queda consagrada definitivamente al anuncio del Reino, y vivirla sólo haciendo el bien.
El soplo de Dios, su aliento, se posa suavemente sobre Jesús y le declara su amor.
Eso mismo se cumple hoy en ti, Hermano Omar. Dios pone su Espíritu sobre ti, y te unge En tu ordenación diaconal, el Espíritu Santo va a descender sobre ti. Y el Espíritu siempre es principio de vida nueva para quienes lo reciben: todos somos hijos; tú eres también nueva creación.
“Envía sobre él, Señor, el Espíritu Santo, para que fortalecido con tu gracia de los siete dones, desempeñe con fidelidad el ministerio” (Texto central de la oración de ordenación).
“Se abrió el cielo”
El cielo, cerrado por el egoísmo humano, vuelve a abrirse para inundar a todos con una nueva palabra de amor, proclamada por Dios.
En Jesús, el cielo queda abierto, el cielo “lugar de la morada de Dios”, irrumpe en el hombre Jesús y el Espíritu se posa sobre Él. Se da una verdadera comunicación-revelación de Dios. La apertura del cielo es una forma de expresar la proximidad de Dios al hombre.
Cuando Jesús salió del agua, se rasgaron los cielos y el Espíritu bajó sobre Él. Por fin era posible el encuentro con Dios. Nadie como Jesús, hombre lleno del Espíritu de Dios, puede traer al mundo unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres.
En tu ordenación, Hermano Omar, el cielo se abre para ti. ¡Bonita manera de entender lo que significa la acción sacramental de Dios sobre ti! Porque Dios se te acerca, se te dona y te comparte el ser servidor de Jesucristo y como Jesucristo. Para que a través de ti, el cielo se abra para muchos.
Misión:
“Te destiné a ser instrumento de la alianza con mi pueblo, luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos y sacar a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven en tinieblas”
Jesús toma conciencia cuál es el proyecto de Dios sobre Él: implantar la justicia y solidarizarse con los marginados. “Promover el derecho de las naciones, ser luz de las naciones, abrir los ojos al ciego, liberar al cautivo y al que vive en tinieblas”.
El ejemplo de Jesús:
“Así pasó Él haciendo el bien y curando a todos los que estaban bajo el dominio del diablo, porque Dios estaba con Él”. Hermano Omar, para servir como Jesús, basta que lo mires a Él.
Mira a Jesús, siempre fiel al Espíritu del Padre: Espíritu que es aliento vital de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, amor que lo transforma todo. Ese Espíritu fue el que impulsó la vida y el obrar de Jesús, el que lo lanza a la misión.
A partir de esa experiencia de Jesús, es que cura a los enfermos, toca a los leprosos, levanta a los paralíticos, defiende a los pobres y acoge en su mesa a los pecadores y prostitutas.
Jesús, ungido por el Espíritu se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Y, es bueno recalcarlo: sin “distinción inequitativa o excluyente de personas”.
Esa experiencia de sentirnos amados es la única que nos puede salvar, dar un sentido nuevo a nuestras vidas.
Jesús tiene la humildad de estar de estar entre el pueblo, y sin cometer pecado se siente como uno más de los pecadores y penitentes llegados al Bautista. Jesús se hace solidario de las esperanzas y necesidades de quienes aguardan una novedad y se pone en las filas de quienes buscan un cambio. El que es la novedad de Dios asume la condición humana en la apariencia del pecador y se hace silenciosamente solidario de la necesidad de cambio de una humanidad distorsionada por el pecado. “En la cola de los pecadores” (un gesto de humildad, de abajamiento) nos muestra su amor solidario, con las cegueras, las esclavitudes y las heridas de todos, con el fin de recrearnos, conducirnos a nuestra verdadera identidad: ser hijos amados de Dios, como Él.
Nos da el ejemplo de ser solidario con la carne del hermano que sufre. El camino del creyente se traduce en acciones solidarias con los hermanos que sufren, que están heridos por el pecado.
La humildad:
“Yo ni siquiera merezco desatarle la correa de las sandalias”
El gesto de desatar la correa de las sandalias, en la mentalidad oriental, es una tarea dejada para los esclavos. El Bautista, frente al mesías que viene se siente “siervo”, y el más humilde e indigno.
La esencia del diácono es “ser servidor”; con la humildad del Bautista, con la humildad de María la alegre “sierva del Señor”, que con su “FIAT” se puso, alma y cuerpo al servicio de Dios que salva a los hombres. Amén.
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo de Sonsón Rionegro