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diosonrio.org.co » NOTICIAS » Homilía 14° domingo del tiempo ordinario – julio 5 de 2020

05
JUL
2020

Homilía 14° domingo del tiempo ordinario – julio 5 de 2020

by : Comunicaciones Diócesis
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Domingo 14° del Tiempo Ordinario

Julio 5 de 2020

 

Querida asamblea reunida este domingo para la escucha de la Palabra y participar en el sacrificio eucarístico.

“Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra”

Este bello texto del Evangelio nos trae esta oración de Jesús a través de la cual descubrimos cómo es su íntima y familiar relación con Dios. Es nuclear en la vivencia de Jesús, su relación con el Padre. Ojalá, así de sencilla y profunda sea nuestra relación con Dios.

Es un magnífico ejemplo de oración, cuando Jesús dirige esta plegaria al Padre por la labor misionera realizada. Es un grito espontáneo de alegría, de puro gozo, alabanza, confianza y gratitud a Dios.

Agradecer en la oración es reconocer que el origen de todo y la raíz de todo es el amor de Dios; y, esta oración solo puede salir de un corazón “manso y humilde”, que reconoce que todo lo hemos recibido.

“Estas cosas”:

Son las cosas de Dios, su designio salvador, ese camino de liberación ofrecido a todos en las palabras y los hechos de Jesús.

El Reino de Dios es un proyecto que recogía los anhelos y las esperanzas más hondas del pueblo de Israel y de la humanidad: de vivir con dignidad, en un ambiente de justicia, fraternidad y paz.

“Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos”

El anuncio de la buena noticia de Dios es totalmente incluyente: para todos; pero cada uno acoge según la disposición de su corazón.

Los “sabios y entendidos” puede referirse a los poderosos, que tienen el peligro de la vanidad, la ambición, la arrogancia y la soberbia. Los que creen que todo lo tienen resuelto, se sienten satisfechos y autosuficientes; con aires de superioridad sobre los demás a los que pueden juzgar o menospreciar.

Es muy difícil que este tipo de personas, llenas de sí, que se sienten sobradas, tengan espacio para los demás y para Dios. Los “sabios y entendidos” tienen un ego grande, tienen cabeza, pero les falta corazón, porque está vacío de Dios. Cuando el corazón está repleto de ambición, codicia y orgullo, no va a entender nada de misericordia, ni va a poder entender y acoger al Jesús “manso y humilde”. Dios no le cierra las entendederas a nadie, es cada uno el que se cierra a la gracia de Dios.

Recordemos que un efecto de esta pandemia, es haber bajado a la humanidad arrogante del pedestal. Cuando presumía de saberlo todo y tener muchas seguridades, se ve sorprendido por un enemigo pequeño que le enrostra su fragilidad y vulnerabilidad.

“… Y se las has manifestado a los sencillos”

Jesús se alegra intensamente y alaba y da gracias al Padre porque hay muchas personas sencillas que entienden y reciben su mensaje de Buena Noticia.

Son las personas sin prejuicios, que se saben necesitadas de Dios (no autosuficientes). Que saben escuchar (abiertos a las enseñanzas que provienen de Dios), y están preparadas para dejarse sorprender y admirarse por la acción liberadora de Dios en su vida.

Desde lo humilde y sencillo se puede contemplar mejor la inmensidad y gratuidad del amor de Dios y la salvación que se nos ofrece en su Hijo.

Jesús nunca tuvo problemas con la gente sencilla. ¿Quién tiene problema con la gente sencilla, sin pretensiones, desprevenida?

Yo le doy gracias al Señor por nuestra gente; pueblo santo de Dios. Sencillos, trabajadores, con una fe sin condiciones. Viven los valores del evangelio y se los inculcan a sus hijos. Gente honrada, responsable, de palabra. Son nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia.

Con alegría y confianza nos piden la bendición de Dios para ellos, sus familias, sus tierras, sus trabajos. Sin dificultad dejan entrar a Dios en su vida diaria.

“Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

El que nos invita a aprender de Él, es Jesús “manso y humilde de corazón”, no dominante, que encarna al Dios bueno y cercano. Miren, que quiere cautivar es nuestro corazón, para un encuentro, no tanto intelectual, sino de tipo vital. Él nos está invitando a encontrar puesto en su corazón, donde cabemos todos.

Los cansancios y agobios diarios no deben ser obstáculo en la búsqueda del Señor, sino más bien motivo para ir a su encuentro y aprender de sus enseñanzas.

Hay cansancios que derivan del desgaste del trabajo de todo el día o de prolongadas actividades físicas. Sentarme o acostarme para descansar es la solución. Pero una buena silla o la cama no solucionan un corazón desgastado y agobiado por un cansancio psicológico o afectivo resultante de relaciones tóxicas, enfrentamientos y hostilidades; ni de un cansancio moral, cuando la consciencia lleva una pesada carga de culpas y pecados.

Y ¿qué decir del estrés, sufrimientos y preocupaciones que nos está causando esta pandemia?

¿Qué hacemos con nuestros corazones que necesitan respiro, fuerza y sabiduría? ¿Dónde está la fuente de nuestro descanso y paz?

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.

Jesús invita a todos los que sufren y están oprimidos por el peso de la vida. Y se ofrece bondadosamente como fuente de reposo, alivio y paz. Nadie está excluido de su amor, que libera, ilumina las oscuridades de nuestra vida y llena los vacíos de nuestro corazón.

“Carguen con mi yugo que es suave y mi carga ligera”

El yugo que Jesús nos propone cambiar por el suyo es el yugo pesado de la Ley; multiplicación de leyes y preceptos, de difícil aplicación, que, en vez de liberar, causaban agobio y angustia.

Su yugo es Buena noticia, liberador y humano. Son las exigencias del evangelio, que no son impuestas por la fuerza. Su carga es ligera y llevadera, no por facilismo. Sino porque apunta a lo importante y vale la pena: la búsqueda de la justicia y la práctica del amor al estilo del amor del Padre.

Vamos a Jesús que nos invita, no para quitarnos los problemas, sino para acompañarnos y ayudarnos a poner amor en ellos.

Él, que fue el primero en tomar la cruz, quiere hacer más soportable nuestra carga. Quiere tomar el peso de nuestras angustias sobre sus hombros, solidarizarse con nosotros, y hacernos el camino más llevadero y agradable.

Confiemos a Jesús las preocupaciones y fatigas de cada día. Podemos vivir inquietos, agitados, dispersos en las mil cosas y problemas que la vida conlleva y que nosotros creamos, pero necesitamos volver a ese lugar de descanso y sosiego que es su Presencia en lo más profundo de nosotros.

Necesitamos buscar al Señor, que nos habla al corazón. Él nos espera en la Eucaristía para fortalecer nuestras fuerzas espirituales. En la confesión para componer nuestro corazón roto. En la Palabra para sentir su amor y consuelo. En la oración que fortalece nuestra confianza en Dios y nos serena.

Si seguimos a Cristo con fidelidad, nuestra vida se convierte en ligera y llevadera. Vivir una vida honesta y honrada, aplicando el mandamiento del amor… Vivir con sencillez de corazón, alejados de la soberbia y la búsqueda de grandezas que destruyen la paz, nos permite tener mayor armonía interior, verdadera paz en nuestras relaciones con los demás, una fe más lúcida y confiada y una mayor alegría para vivir.

Compromiso:

“Una vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados también nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y humilde, a imitación del Maestro” (Francisco).

Muchos sufren cansancios más duros que los nuestros. Personas desamparadas y dispersas bajo el peso insoportable del abandono, en precarias condiciones de vida. Hay gente con cansancios y agobios, penas y vacíos profundos; hartos de la vida, que se ha vuelto aburrida, tediosa y rutinaria.

Llamados a ser cirineos de nuestros hermanos. Acercarnos con capacidad de acogida y escucha a aquellos que les pesa el alma.  Acercarnos para ayudar a llevar sus pesos, no para ponerles más cargas encima con nuestros juicios, disgustos, críticas, rebeldías y caprichos.

Señor Jesús, en ti queremos encontrar descanso y recuperar la fuerza para vivir. Amén.

 

+Fidel León Cadavid Marín
Obispo de Sonsón Rionegro

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