Dedicación de la Capilla y consagración del altar del Monasterio de Jesús, María y José de las Carmelitas Descalzas.
La Ceja, marzo 12 de 2016
Nehemías 8, 1-4ª.5-6.8-10 Salmo 18B, 8-9.10.15
1Pedro 2, 4-9 Juan 2, 13-22
Muy querida comunidad eclesial reunida esta tarde con sentimiento profundo de común alegría.
Cuando celebrábamos los 100 años de la llegada de esta comunidad de Carmelitas a la Ceja (marzo 12 de 2012), en la Basílica Nuestra Señora del Carmen, les decía que hacíamos la celebración “fuera de casa”, “en espera de tener una nueva capilla”. Hoy es una realidad esta capilla del nuevo Monasterio de Jesús, María y José. Es “su capilla” hermanas, que “con gozo” nos han querido invitar a su bendición y consagración del altar.
Veamos en esto, todo un acontecimiento pascual. La amenaza de ruina del antiguo monasterio (signo de lo viejo), donde moraron por 97 años, fue la ocasión para lo nuevo: un nuevo Monasterio, una nueva capilla. Pero no sin vivir un éxodo, un caminar incierto humanamente, sólo con la confianza puesta en Dios (como Abraham)… El centenario les tocó celebrarlo como peregrinas, en tierra extranjera, más no como forasteras, gracias a la acogida evangélica, de sus hermanas religiosas, Siervas de la Iglesia. Pero, así como para el pueblo de Israel su caminar por el desierto los condujo a la posesión de la Tierra Prometida, ustedes, queridas hermanas, no caminando tanto, sí esperando en el tiempo, también han tomado posesión de la heredad que la bondad de Dios les tenía preparada.
Ustedes han vivido la experiencia maravillosa de la Providencia divina. Dios no las quiso alejar de la Ceja y muy cerca les permitió mirar el terreno para su nueva casa. “Vayan y vean”, fueron las palabras de Mons. Ricardo, cuando no tenían idea de a dónde irían a parar. Y desde ese mismo instante del ofrecimiento de este terreno por parte de Mons. Ricardo y Mons. Omar, en ese momento rector del Seminario, sólo se han seguido bendiciones del Señor a través de la generosidad de muchísimas personas e instituciones, hasta tener hoy prácticamente terminado este Monasterio.
Su reflexión las ha llevado a reconocer en toda esta historia que “Dios es sorprendente”. Es que Dios es eso: gratuidad total y novedad permanente. Por eso, “Sólo Dios basta”.
Como agradecimiento a Dios, estamos aquí hoy. Esta liturgia tan bella de la Dedicación de un nuevo templo, es alabanza al Dios Vivo, siempre generoso y misericordioso, a quien queremos ofrecer nuestro culto agradable en este lugar que hoy vamos consagrar sólo a Él, el único digno de recibir todo honor y toda gloria.
Esta Capilla, era el lugar que le faltaba a este Monasterio. Lugar sin el cual no tendría sentido tampoco este Monasterio. También en el antiguo monasterio tuvieron que esperar, en esa ocasión 4 años hasta inaugurar la capilla… El Señor siempre fue el centro, pero escuchado, celebrado, adorado en un lugar provisional. Aquí también se destinó un lugar provisional como oratorio, pero con una ansiosa preocupación de que llegara, según el tiempo de Dios, este momento, por eso mismo tan gozoso, de inaugurar el lugar fundamental de esta casa religiosa.
Hay unas significativas coincidencias: sólo nos separan de esta fecha de hoy unos pocos días del centenario de la bendición de la primera capilla en el anterior Monasterio. Y a los 100 años de la bendición de la primera capilla estamos para bendecir la nueva capilla de Jesús, María y José en la urbanización el Carmelo, en el lugar del primer monasterio de las Hermanas en la Ceja.
Y hoy, 12 de marzo se están cumpliendo 104 años de la llegada de las hermanas a la Ceja, procedentes del monasterio de San José en Medellín. Salieron a fundar un nuevo palomar, “un remedo de la casita de Nazaret”. Y el Señor les ha concedido contar con la seguridad y la comodidad de esta nueva casa, donde vivir en el recogimiento, el espíritu de la Sagrada Familia de Nazareth.
En aquella ocasión, de la bendición de la capilla antigua, se invitaba a “todos los vecinos de esta católica población” a la consagración de esa capilla. Hoy también hemos sido invitados todos nosotros: no sólo los de la Ceja, sino los de la Diócesis, las comunidades Carmelitas, tantos benefactores de esta nueva obra y en general los amigos de esta querida comunidad de Carmelitas Descalzas.
El significado de esta celebración de hoy es muy profundo, en cuanto que este templo material nos remite al verdadero sentido de la Iglesia. Yo los invito a estar atentos a los ricos ritos y oraciones de esta liturgia: son signos visibles que expresan algo de aquella invisible obra que realiza Dios en y por su Iglesia. Que ellos nos digan, nos enseñen y nos compenetren con lo que estamos celebrando.
Ya el Evangelio nos conduce del imponente templo material de Jerusalén al cuerpo resucitado de Jesús, el nuevo y verdadero templo donde Dios habita, y el único lugar del encuentro con Dios.
Y Jesús nos hace miembros de su Cuerpo Místico, y nos convierte en templos del Espíritu, y por lo tanto, en piedras vivas de ese cuerpo, donde Él es la piedra viva y fundamental.
Recordemos la segunda lectura: “Nosotros como piedras vivas participamos en la construcción de un templo espiritual para ejercer un sacerdocio santo que, por mediación de Jesucristo, ofrezca sacrificios espirituales agradables a Dios”.
Hay un triple significado de un templo material.
- Tiene un sentido funcional, dónde estar, donde reunirse la comunidad, donde encontrarse. Que sea un espacio cálido y sugerente que favorezca el encuentro con el Señor; un espacio que por su belleza y sobriedad permita la elevación del espíritu a Dios.
- Tiene un segundo aspecto de identidad. Todo templo es un indicativo de un lugar religioso, y por lo tanto, signo de la existencia de una comunidad cristiana, en este caso, de una comunidad religiosa.
- Pero fundamentalmente es el lugar de los verdaderos templos de Dios, es el “templo de los templos de Dios”.
La Iglesia no es sólo el edificio donde se reúnen los cristianos, sino la comunidad viva y activa que testimonia su fe. Ustedes, Hermanas, aquí en el monasterio, como comunidad que vive el evangelio, son la Iglesia. Este espacio es signo de ustedes, piedras vivas, iglesia viva. Como comunidad que cree y celebra la fe; como comunidad que se ama y vive la unidad. Como comunidad orante.
Esta capilla cumple la función de reunirlas a ustedes alrededor del Señor. Aquí el Señor las atraiga, les renueve su fidelidad de Esposo y les transmita su alegría plena. En ese sentido reconocen este lugar como “la parte principal de toda la obra”.
Hoy dedicamos este lugar, es decir, destinamos este edificio en forma exclusiva y estable, para reunir al pueblo de Dios y celebrar los sagrados misterios; para ser lugar de proclamación y escucha de la Palabra, lugar de oración. Podríamos decir hoy, consagramos este lugar, primeramente, para personas consagradas que están al servicio de Dios.
Como tales, ustedes son conscientes de que el Señor “es el centro de su vida”, que “todo tiene que girar alrededor de Él”, que “sólo a Él quieren tenerlo como Rey y Señor”. Para que eso sea realidad, en la vida de ustedes como religiosas, en la vida de nosotros sacerdotes y en la vida de todos los cristianos, es que existe la Iglesia y los edificios sagrados que la representan: la Iglesia existe para que en ella encontremos a Cristo, el Hijo de Dios vivo. Él es la piedra angular “elegida y preciosa para Dios”.
Se ha puesto mucho empeño en construir esta capilla. De nuevo agradecer a muchos benefactores que hicieron propia esta causa; con seguridad muchas oraciones se elevarán en este lugar por quienes fueron instrumento del Señor para poderla llevar a feliz término. También habrá máxima preocupación de las hermanas por mantenerla reluciente y convenientemente adornada. Pero no olvidemos trabajar sobre todo por mantenernos activos como “piedras vivas” que construyen constantemente la Iglesia del Señor, en la misma fe, en la caridad, en la unidad y en el testimonio.
Que en este lugar, se viva el culto divino, que da gloria a Dios y es fuente de salvación para todos los hombres.
Es la capilla de este convento, es la capilla de la hermanas. Pero no para uso exclusivo de la comunidad de hermanas Carmelitas Descalzas. Ha sido construida para que a ella tengan acceso muchos fieles que también vienen en búsqueda de encontrarse con el Señor, encontrar en Él reconciliación, consuelo y paz; de poder orarle, pedirle y darle gracias.
Las mismas hermanas tienen aquí su apostolado, desde este “oasis del espíritu” (Benedicto XVI), en su corazón orante caben el mundo y la Iglesia entera y más específicamente la Orden carmelitana, la Iglesia diocesana con sus sacerdotes y comunidades parroquiales y religiosas, sus vecinos, los seminaristas del Seminario Cristo Sacerdote y cada una de las personas que les hagan conocer o les pidan por sus aflicciones y angustias; por sus necesidades materiales y espirituales.
Estoy seguro que este lugar consagrado hoy, tendrá una irradiación benéfica sobre la Ceja, la Iglesia diocesana y la Iglesia universal. Permanecerá como un fortín de la fe y la oración y como un “para-rayos” (Mons. Alfonso) que favorecerá a la vida cristiana de todo nuestro pueblo que lucha por mantenerse en comunión con Jesucristo, el único Salvador.
La Santísima Virgen María, la Madre del Monte Carmelo nos enseñe en este lugar y en la Iglesia a acoger la Palabra de Dios y a encarnarla para los demás y nos indique el sentido del culto “en espíritu y en verdad”, ya que ella se ofreció a sí misma, en forma pura y obediente, en cuerpo y alma al Padre Dios, para podernos ofrecer el fruto de su vientre, nuestro Salvador.
Amén
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo de Sonsón – Rionegro