Homilía del Campamento Juvenil – Junio 2015

HOMILIAS

La Ceja, junio 15 de 2015

Bienvenidos, queridos jóvenes de este Oriente Antioqueño, de esta nuestra Diócesis de Sonsón – Rionegro.

Para la comunidad diocesana, para la sociedad, este es un espectáculo impactante: tantos jóvenes, llenando este templo del Carmen, en la Ceja. Jóvenes que responden “presente” a una invitación de vida, de reflexión, de encuentro.

Es impactante sentir su dinamismo juvenil, su disposición a buscar la luz y la verdad, a fortalecerse como comunidad juvenil. Y su disposición a reencontrarse con la novedad permanente de Jesús y a proyectarse como creyentes.

Tienen el lema: “Soy joven, soy capaz de vivir y convivir”.

El tema de la vida es inherente a la realidad juvenil. Y la pregunta por la felicidad siempre está en el fondo de la pregunta por la vida. En el fondo de cada uno está el deseo y la búsqueda de la felicidad.

El Papa Francisco, en su mensaje a los jóvenes de este año, y en preparación a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, nos ha recordado que “Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud”. Y que el corazón juvenil debe sentirse inquieto en busca de un bien que pueda saciar su sed de infinito.

La invitación repetida del papa en su mensaje a los jóvenes es: “¡Atrévanse a ser felices!”. Ese el verdadero reto de sus vidas: “sean capaces de vivir”.

Hemos escuchado el evangelio de las Bienaventuranzas. Jesús aparece como el nuevo Moisés, que sube al monte, no para recibir la ley, sino para exponer su ley, definitiva, superior a los 10 mandamientos. Se sentó, es la posición del Maestro.

De este texto se dice que es la Carta Magna, el programa atrayente de Jesús para todos sus seguidores: traza los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. No son propiamente normas de conducta, sino el espíritu que debe inspirar  el estilo de vida del cristiano. Se convierten, las bienaventuranzas, entonces en un proyecto de vida, en actitudes del corazón que responden al programa de felicidad que nos propone Jesús.

La enseñanza de Jesús va dirigida a vivir el evangelio como camino hacia la felicidad. Pero atención: el Señor no promete la ausencia de problemas a quienes se embarcan en este camino; si garantiza la solidez de la vida y la auténtica alegría, esa que sólo tienen los que alcanzan a percibir en el Reino el valor absoluto desde donde todo adquiere un nuevo sentido.

Es una apuesta arriesgada y emocionante. Porque los valores del Reino invierten los valores de la sociedad. Tantas veces el proyecto de felicidad de Jesús no coincide con los proyectos de felicidad que propone el mundo, contradicen la manera habitual de pensar y de vivir del común.

Muchos creen que sin dinero, sin fama, sin poder, sin estar a la moda y sin aplausos es imposible lograr el reconocimiento social y la felicidad en este mundo. Para ellos los demás pierden importancia y se cae fácilmente en el desprecio y en la indiferencia.

Y pensar que precisamente los pobres, los perseguidos, los sufridos, son los que cuentan para Dios. Y en función de ellos nos indica el camino para  alcanzar la auténtica felicidad.

Eso nos pone a contracorriente, como nos ha insistido el Papa. Contracorriente de la mediocridad, de la mentira, de la corrupción, del facilismo, del desprecio, de la indolencia, del orgullo que matonea; del relativismo que rechaza puntos de referencia estables y sólidos para construir la vida, sin los cuales esta vida se vuelve insegura e inestable, superficial e insatisfecha.

¿En qué consiste el camino que propone Jesús hacia la felicidad, según Dios?

Ya se indicó que es un estilo de vida, una actitud del corazón. Es bienaventurado quien actúa con un corazón sencillo y  transparente, sin tanto afán de posesión, sin prepotencia ni arrogancia, con hambre y sed de justicia y dignidad, trabajando por la paz con entrañas de misericordia (superando el resentimiento y la agresividad), enemigo de toda guerra, sembrando concordia y favoreciendo la reconciliación; es bienaventurado quien ayuda a vencer el mal con el bien; quien tiene compasión y se interesa por los que sufren; los incapaces de engañar y de negar la verdad. Todo esto con una gran confianza en Dios que lo ama de manera incondicional.

Jesús lo que nos quiere decir: no busquen la felicidad en la satisfacción de sus intereses. Sean felices trabajando por un mundo más feliz para todos. Uno se va haciendo discípulo y feliz en la medida que ama.

Jóvenes, dice el Papa, Jesucristo es la respuesta a sus sueños de bondad y de felicidad: “Él es la belleza que tanto los atrae; es el que provoca esa sed de radicalidad… El que los empuja a dejar las máscaras que falsean la vida… El que suscita en ustedes de hacer de su vida algo grande” (Juan Pablo II – 2000).

Queridos jóvenes: que su búsqueda, su inquietud más profunda termine en Él, porque en Él está la vida, la belleza, la verdad, la bondad. Él va acampar con ustedes, le encantan los desafíos de los jóvenes y se les propone como la mejor causa para sus vidas.

Lo lograrán con un “corazón limpio”. “Bienaventurados los limpios (puros) de corazón, porque ellos verán a Dios”. Es el texto base del mensaje de Papa a los jóvenes.

El corazón es el centro de los sentimientos, de los pensamientos y de las intenciones de la persona humana. El corazón debe estar libre de sustancias que lo contaminen. “Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre: los malos propósitos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad” (Mc 7, 15.21-22).

Dice el papa Francisco: “Si debemos cuidar la creación, para no contaminar el aire, el agua y los alimentos, mucho más tenemos que cuidar la pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros corazones y nuestras relaciones”. Que aprendamos a discernir con una conciencia recta lo que es “la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto” (Rom 12, 2). Lo que es límpido y claro.

Es lo que el papa llama la “ecología humana” que nos ayuda a respirar el aire puro que proviene de las cosas bellas, del amor verdadero, de la santidad.

El Papa insiste, como una de las cosas lindas que surgen del corazón joven, en “el deseo profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande”. Que este valor no sea falseado, destruido. Que no se contamine con relaciones egoístas que instrumentalizan y cosifican al otro. El amor contaminado no realiza, entristece.

Muchachos y muchachas, entender todo esto crea un gran compromiso. Todo discípulo se vuelve misionero.

Y no saquen la disculpa del profeta Jeremías: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. El Señor les está diciendo: no saquen disculpas, “irás donde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene. No temas…Yo estoy contigo”. Él nos conoce desde el vientre materno, nos ha amado desde siempre y quiere nuestra felicidad. Él nos da garantía de acompañarnos y sostenernos. Él puede suprimir nuestros miedos e inseguridades, nuestras dudas e indecisiones.

No se avergüencen de ser cristianos, eso no es sinónimo de infelicidad, de inferioridad, de sometimiento.

Jóvenes: demuestren en sus ambientes, ante sus compañeros y compañeras y ante  sus mayores que tienen valores e ideales que prometen un mundo mejor. Den la confianza a la sociedad que son capaces de un mundo sano, agradable, justo, reconciliado, feliz. Que  saben que sus vidas valen mucho y aceptan el reto que les ha planteado el Papa de pensar en “una vida en grande”.

Un mundo marcado por la tristeza y la inquietud, necesita el testimonio de la alegría. El modo de vivir cristiano no puede ser cansado y aburrido. Inyecten la alegría de una vida tomada en serio, por los caminos de las bienaventuranzas.

Confiamos en que ustedes serán el fermento nuevo que nos ayudará a renovar la fe envejecida y cansada. Que serán punta de lanza de la renovación de nuestra Iglesia, con su fe juvenil, radiante, fresca, entusiasta y alegre.

“Soy joven, soy capaz de vivir, lo que quiere decir, soy capaz de ser feliz.

Soy joven, soy capaz de vivir y convivir, lo que quiere decir, soy capaz de hacer feliz a los demás”.

Así estamos cumpliendo el deseo del Papa Francisco que nos invita “a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría” (E.G. 1).

Que la mirada maternal de la Bienaventurada Virgen María, Nuestra señora del Carmen, en este santuario, la llena de gracia, toda ella belleza y pureza, nos acompañe y no afiance por este camino. Así sea.

+ Fidel león Cadavid Marín
 Obispo Sonsón – Rionegro

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