Homilía diaconados, marzo 20 de 2017

HOMILIAS

Rionegro, marzo 20 de 2017

Ordenación diaconal:

Yeisson Duván Aristizabal González, Julián Andrés Botero Gallón, Norley de Jesús Gallego Tabárez, Adelmo Ferney Giraldo Alzate, Jorge Luis Giraldo Rincón, Jorge Armando Guzmán Maestre, Duver Arley Herrera Aguirre, Sergio Andrés López López, Yhan Lucas Montes Gallego, Sergio Urrego Marulanda, Duván Ferney Zuluaga Ramirez, Fabio Andrés Calderón Martinez, Wilson Andrés Morales Suarez, Roger David Argumedo Romero.

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos

Diócesis 60 años:

Esta celebración de hoy, en el marco de 60 años de la Diócesis, es recoger el fruto de lo que se ha sembrado y expresión de la vitalidad de nuestra vida en Cristo que florece, entre otros signos, en la abundancia de vocaciones. No dejamos de dar gracias a Dios.

Escuela de Jesús: “Jesús no quería que nadie lo supiera, porque estaba dedicado a instruir a sus discípulos

Jesús conocedor de lo que le espera en Jerusalén y deseoso de consumar la entrega de su vida: hace su anuncio pascual a sus discípulos.

Jesús, Maestro, conocía bien a sus discípulos y al ser humano en general. Le tenía que sobrar paciencia con ellos; por eso les gastaba tiempo, en forma exclusiva, para instruirlos con calma. Seguro eran momentos de mucha familiaridad, intimidad y profundidad.

Y les habla sin engaño. No tiene miedo a la desbandada. No es una información, es una catequesis para comunicarles una nueva experiencia de Dios. Quiere dejarles algo muy importante grabado en sus corazones: que su camino, si bien terminará en resurrección, no es un camino de gloria, de éxito y de poder.

Ustedes queridos hermanos que van a ser ordenados diáconos, han avanzado mucho en el curso de discipulado. El Seminario es ese “estar aparte”, más concentrados, sin mucha interferencia de fuera, donde el Señor los ha instruido. Se ha valido de sus formadores en este proceso, pero Él, en definitiva ha sido y debe seguir siendo su único Maestro.

Esperamos que hayan aprendido bien la lección y con esa base es que van a ser presentados hoy para recibir este ministerio sagrado.

La honda del mundo: “Habían discutido acerca de quién era el más importante

“Ser el más grande” es la tentación de siempre. Parece propio de la naturaleza humana estar buscando privilegios, premios, reconocimientos. Agazapado en el corazón humano está el deseo de sobresalir y ser importante.

Los discípulos no estaban exentos de esos sentimientos. Estaban programando su futuro ambicionando los grandes puestos  derivados del futuro Reino que Jesús implantaría con el poderío de sus milagros y la fuerza de su palabra.

¡Que iban a entender el anuncio de Jesús, si estaban distraídos en sus intereses!  En su “despiste”, de pensar en gloria, poder, prestigio; hacer carrera; escalar, trepar en los cargos más importantes; primacía y autoridad, los apóstoles no acaban de enterarse de la condición servicial del maestro; y el sufrimiento y la cruz no entraban en sus expectativas.

Pero lo peor es que la conciencia terrena que alaba el éxito personal, admite que sea conseguido a cualquier precio. Pasando por encima del que se atraviese en el camino. Priman criterios contrarios al evangelio: “ganar como sea”, “enriquecimiento fácil”, “que se joda el bobo”, “Que se salve el que pueda”.

El Papa, en su mensaje de cuaresma, desenmascara ese triángulo perverso del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: amor al dinero (la avaricia como raíz de todos los males), la vanidad (apariencia exterior, vacío interior) y la soberbia (que lleva al desprecio del otro). Ahí está retratado el mundo corrupto que vivimos. Por supuesto que no es un mundo de salvación.

Enseñanza de Jesús: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos

Entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior; están en dos hondas muy distintas, en dos caminos y lógicas muy diferentes distintos. Por eso los discípulos no entienden.

Contrario al pensamiento mundano de querer sobresalir, Jesús  ofrece la novedad de su enseñanza, que encarna en su ser y actuar, y nos remonta al corazón de Dios: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Esa es su enseñanza, y punto.

Jesús afirma la esencia de la vida cristiana que es abandonar toda tentativa de poder y decidirnos por el servicio desinteresado y la entrega voluntaria a los demás. “Servir es reinar”. Es la lógica del Evangelio: los que sirven son los primeros; los primeros serán los últimos.

A ejemplo de Jesús: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20, 28).

Esta lección tiene como punto de referencia la misma acción del Maestro, que siendo Dios asumió la condición de siervo, se humilló, se despojó y fue obediente hasta la muerte en cruz.

Jesús, es el más claro ejemplo del que ocupa el primer puesto, el de la Cruz, puesto del supremo acto de amor: por nosotros, por servirnos, por salvarnos. “Nos amó y se entregó por nosotros”. Son las cosas del amor.

Jesucristo es la más alta expresión del servicio a los últimos: el don total que hace de sí mismo, la victoria del amor sobre la muerte, en la cruz.

Vida del verdadero discípulo:

No queda otra opción para los discípulos de Jesús: la disponibilidad a entregar incondicionalmente la vida por los otros. Es una opción de madurez espiritual, que supera el escándalo de la humillación y el sufrimiento y se abre a la novedad del camino de Jesús.

“Todos estamos llamados por vocación cristiana al “servicio que sirve” y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del “servicio que se sirve”. Todos estamos invitados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor” (Francisco). “El verdadero poder es el servicio” (Francisco).

En la vida del cristiano, entonces, el servicio no es opcional, por si queda tiempo, por si me levanto de buen genio… El servicio es el corazón de la vida cristiana.

Opción de los diáconos:

Ahora volvamos a ustedes queridos candidatos al diaconado. El ministerio del diaconado no es sino el “ministerio de Jesucristo”, que es el modelo de toda diakonía, el Siervo de la Iglesia. Reciben la gracia sacramental para que puedan ser, vivir y obrar como servidores, con Cristo, como Él y por Él. Reciben, nada menos, el encargo de representar al Diacono Jesucristo en el hoy de la Iglesia y del mundo.

¿Están preparados para ello? Tenga claro que este sacramento los identifica con Jesús y deben asumir su estilo de vida, sus actitudes y su manera de ser y de actuar.

Jesús no se anda con rodeos. Todas las preguntas que ustedes van a responder, con plena conciencia, se resumen en una, que suena dura, porque incluye toda la radicalidad del seguimiento: ¿Estás dispuesto a ser esclavo? ¿Estás dispuesto a dejarse importunar por la gente de cualquier condición? ¿Estás preparado a que te dañen tus programas? ¿Te comprometes a mantener tu tiempo disponible? Recuerden que Jesús fue el primero en tomarse todas las molestias.

Cada vez que rehuyan el servicio a quien sea y cuando sea, comienzan las medias tintas, la mediocridad. Y nace la tentación de sacar tajada, de la cual el Señor, tanto les ha llamado la atención:

De ocupar primeros puestos, tener nombre, título y prestigio. Tener acceso al dinero y pasarla bien. Vida fácil, con el mínimo de esfuerzo.

Venzan la tentación de utilizar la autoridad para sentirse importantes y abusar de su estado, de utilizar su posición en un afán de apariencia, de trepar a toda costa. No se dejen enceguecer por el lujo, la adulación, los aplausos y las ganas de mandar.

Dedíquense sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir al proyecto de Jesús. Lo importante no es quedar bien, sino servir bien.

En el centro de su espiritualidad vivan la Eucaristía como el sacramento del amor del “Siervo sufriente”. En la Eucaristía Jesús ha manifestado la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, y afirmando de modo radical el criterio de servicio.

Iglesia servidora: “El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe

Aprovecho esta solemne celebración de hoy para lanzar un reto, lógico, para nuestra Iglesia diocesana que está este año cumpliendo 60 años de vida eclesial propia.

La Iglesia de los 60 años, que debería ser madura, debe ser la que siempre ha querido el Señor, la que nunca ha debido dejar de ser: “la Iglesia servidora”.

Simplemente cumplamos lo que hizo Jesús, según nos ha narrado el Evangelio: tomó a un niño, lo puso en medio de ellos y lo abrazó. Jesús nos está señalando quién debe estar en el centro de la comunidad eclesial. El niño representa a los que no cuentan, a los “pequeños”, a los débiles, a los necesitados de acogida, de defensa y de cuidado.

Una reflexión del Papa nos ayuda a aterrizar esta idea. En el contexto de hoy “donde tiende a desarrollarse un nuevo paganismo individualista, la belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no puede faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y deshecha” (E.G. 195).

Ya está clara la enseñanza de Jesús: en la Iglesia nadie ha de pretender estar sobre los demás. Nada de ambiciones, honores, grandezas. En la Iglesia no debe haber “primeros” según el mundo. El que quiera sobresalir y ser más que los demás se ha de poner detrás de todos para poder ser servidor de todos.

En nuestro sistema injusto, desigual, son los niños, los pequeños, los débiles, los pobres las primeras víctimas que pagan los “platos rotos” de la insensibilidad y la avidez de los que se jactan de ser los primeros, los jefes.

La Iglesia de hoy debe ser en medio de nuestra sociedad la mejor defensora de los que conforman realmente el pueblo. La opción preferencial por los pobres está en constatar la presencia del Señor en los más débiles y desposeídos. El verdadero servicio consiste en defender los valores y derechos de los más vulnerados por la sociedad.

La Iglesia de Jesús debe ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad de “atentos” a quienes nos puedan necesitar. Es incompatible con una Iglesia que mira a los grandes y se asocia y acomoda con ellos y participa de su corrupción: simplemente está pervirtiendo la Buena Nueva del Evangelio. Jesús no quiere que su Iglesia sea un espacio con escaleras para trepar, sino un espacio donde la creatividad del amor se invente mil formas para servir.

Que los niños, y a los que ellos representan, sean dignos de nuestro abrazo y atención prioritaria, porque en ellos estamos acogiendo al verdaderamente “grande”, ¡Jesús! y acogiendo a Jesús estamos dejando sitio e nuestra propia vida al verdadero Dios.

“Aparecida” nos ha invitado a estar en “permanente estado de misión”. Hoy, desde esta celebración que consagra a 14 nuevos servidores, los invito a que nuestra Iglesia diocesana se declare en “permanente estado de servicio”. Al fin y al cabo, una Iglesia que no es servidora, no sirve para la misión.

Así sea.

 

+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón – Rionegro

 

 

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