Homilía en la ordenación de nuevos diáconos – agosto 10 de 2019

HOMILIAS

Catedral de Rionegro, agosto 10 de 2019

 Ordenación diaconal de
Hernán Darío Castaño Agudelo, Daniel Fernando Chadid García, Cristian Andrés Flórez Suárez,
Jhon Fredy Múnera Grajales, Johny Alexander Posada Aguirre.

2Tim 4, 1-5     Salmo 22   Hechos 6, 1-7     Juan 15, 9-17

Nuevamente nos convoca el agradecimiento a Dios, queridos hermanos y hermanas presentes hoy en esta Catedral, para celebrar la ordenación como diáconos de nuestros hermanos Hernán Darío Castaño Agudelo, Daniel Fernando Chadid García, Cristian Andrés Flórez Suárez, Jhon Fredy Múnera Grajales, Johny Alexander Posada Aguirre.  Estamos felices como familia diocesana, con ellos y como ellos, al reconocer la bondad de Dios que elige, llama y consagra a estos cinco hermanos para ser servidores de su pueblo.

Esta celebración se convierte en un magnífico motivo para inaugurar la Semana Vocacional en nuestra Diócesis. Estos nuevos diáconos son ya frutos madurados de nuestro trabajo vocacional, familiar y parroquial, y del empeño formativo de nuestros seminarios. Estamos llamados esta semana a tomar conciencia que esta pastoral, tan esencial, es tarea y preocupación de todos, de cada uno… De todos, de cada uno, como bautizados y consagrados.

Y esta celebración adquiere mayor realce, al celebrar con la Iglesia en este día, la fiesta de San Lorenzo, diácono de la Iglesia de Roma y mártir. Un buen patrono y referente para su vida y ministerio diaconal.

Toda la reflexión de hoy tiene como base la Palabra de Dios que acabamos de escuchar y el mensaje del Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Christus Vivit, escrita después del pasado Sínodo de los jóvenes.

El Amor de Dios lo es todo:

El Evangelio proclamado, nos sitúa en el meollo de la vida de la Iglesia, de la vida de cada cristiano, de las diversas vocaciones, de la vida de especial consagración, de la misión: el amor de Dios, que como en cascada, proviene del Padre, por Jesucristo para inundarnos a todos. “Como el Padre me ha amado, así los he amado yo”.

Sean conscientes, ustedes ordenandos, y ustedes asamblea celebrante, que lo que hoy sucede no se entiende sino desde el amor de Dios.

Cada joven, como ustedes, cuando se sienta llamado a cumplir una determinada misión, está invitado a reconocer en su interior esas mismas palabras que le dice el Padre a Jesús: “Tú eres mi hijo amado” (C.V. 25).

Esa certeza, les da la confianza de arrojarse seguros en los brazos de su Padre, de ese Dios que, porque los ha amado con amor eterno, les dio la vida y se las da a cada momento. Él los sostiene, pero con un respeto sagrado, hasta el fondo, de su libertad (C.V. 113). Vivan esta verdad, Daniel Fernando, Cristián Andrés, Jhon Fredy, Johny Alexander y Hernán Darío:  Desde antes que existieran ustedes eran un proyecto de su amor (Cf. C.V. 113 y114).

La vocación como elección y amistad:

Como todo verdadero amor, el amor con el que Dios nos ama en Jesucristo, se anticipa, nos sale al encuentro. Así, Jesús puede decirles: “Ustedes no son los que me han elegido, soy yo quien los he elegido a ustedes”, los elige, pero todavía más, los elige como amigos, no como siervos: “ya no los llamo siervos, los llamo amigos”. Es mucha la “queridura” de Jesús, de presentarse como el amigo, y por su gracia, “elevarnos de tal manera que somos realmente amigos suyos” (C.V. 153).

Muchachos (y todos los jóvenes), entiendan su vocación como “el llamado de un amigo: Jesús” (C.V. 287), que les regala lo mejor de Él, lo que ha conocido de su Padre.

¿Qué quiere el Señor de ustedes? Lo que quiere Jesús de ustedes “es ante todo su amistad” (C.V. 250). Quiere su amor, a la manera como Él los ha amado. Eso, en síntesis, es lo que ustedes hacen hoy, responderle al Señor a la gran pregunta: ¿Cristian Andrés, Jhon Fredy, Johny Alexander, Hernán Darío, Daniel Fernando, me amas? ¿Quieres ser mi amigo?

Todas las respuestas en positivo (“Si quiero”, “Si lo prometo”) que ustedes darán al comienzo de la ordenación tienen un único trasfondo: “Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”, con sinceridad quiero ser tu amigo y jamás pienso en traicionarte, en dejarte, en descuidarte. Porque eres el mejor amigo, el que tiene el amor más grande “que da la vida por sus amigos”.

Es que, dice el Papa, “la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra -eso es verdadera amistad- y echar raíces en la tierra de cada uno” (C.V. 252).

¿A quiénes elige?

Cuando fueron presentados, hice esta pregunta: ¿sabes si son dignos? Es la misma preocupación de los Apóstoles: “Escojan a siete de ustedes, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea”.

El Señor espera tener en su seguimiento a hombres de confianza, “de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría” (llenos de Dios, llenos de Evangelio, “buenas personas”, íntegras) a quienes pueda encargar, hacerlos sus mensajeros, sus representantes. En medio de las fragilidades humanas, traten de ser dignos ministros del Señor.

Jesús quiere gente bien dispuesta y decidida. Esos jóvenes a los que el Papa llama a “soñar cosas grandes, a buscar horizontes amplios y grandes desafíos” (C.V. 15, 18). Y nos coloca a María como modelo de la que pone toda la integridad de su vida en un “sí” decidido, sin vueltas; el “sí” “de quien quiere comprometerse y quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo” (C.V. 44).

“Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud”.

Hay una afirmación muy linda del Papa: “El verdadero Dios, el que te ama, te quiere feliz” (C.V. 145).

La vocación sacerdotal no es para “apocar”, para “embobar”, para “esclavizar”. El amor de Dios no nos pide achiquitar nuestros horizontes, “al contrario, ese amor nos promueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella (C.V. 138), ese amor “saca afuera lo mejor de ti para gloria de Dios y para bien de los demás” (C.V. 257).

La gran alegría consiste en “reconocer el llamado de Dios y seguirle”, es decir, cumplir “tu” vocación, “eso es lo que te hará pleno” (Cf. C.V. 276).

El sello de esta alianza de amistad, se celebra en el sacramento del Orden. La lectura de los Hechos nos habla de este rito de ordenación: “Se los presentaron a los Apóstoles y ellos les impusieron las manos orando”: imposición de manos y oración de consagración, elementos centrales de este sacramento. Es la acción del Espíritu Santo de Dios, “que te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llene siempre más de su amor, de su luz, de su fuerza” (C.V. 130).

Déjense moldear por la acción del Espíritu Santo que los asemeje a Cristo, el del amor más grande, el servidor de todos.

“Los he destinado para que den fruto, y su fruto dure”. Para eso los ha amado el Señor, los ha elegido y les participa su sacerdocio único: “para que den fruto” y un fruto que permanezca.

Los diáconos surgen para responder a necesidades concretas de la comunidad cristiana. Así como la oración y la predicación de los Apóstoles, es un acto de amor, también lo es la atención de los diáconos a las viudas y a los huérfanos. Lo de ustedes es el servicio, es la concreción del amor, a la manera de Cristo. Basta que tomen en serio el mandato del Señor: “este es mi mandamiento, que se amen unos a otros como yo los he amado”.

Con el mismo amor que Él derrama en nosotros podemos amarlo, llevando su amor a los demás (C.V. 153).

“Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres” (Madre Teresa). Te envía a ti, cuenta contigo: Jhon Fredy, Jhony Alexander, Hernán Darío, Daniel Fernando, Cristian Andrés para que seas el “amor del corazón de Jesús”, el amor fresco, oportuno, desinteresado, actualizado de Dios… ¿A quién? Al que más lo necesite. Donde falte mucho amor, pongan más amor.

Les recuerdo, que para San Lorenzo, diácono: los mendigos, ciegos, lisiados, huérfanos, viudas, ancianos, los pobres y excluidos eran “los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo”.

“El Evangelio, más que una lección es un ejemplo. El mensaje convertido en vida viviente” (C.V. 175). Hay que dar ese testimonio, ir contracorriente y compartir a Jesús (C.V. 176) Y Jesús nos envía a todos. “El Evangelio no es para algunos sino para todos… No tengan miedo de ir a llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor” (C.V. 177). Ustedes son ese calor.

Un amor que no se cansa, que no envejece: “La verdadera juventud es tener un corazón capaz de amar” (C.V. 13). Si se les acaba el amor, se les acaba el ministerio, se les acaba la vida. Porque “nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud cuando se convierte en ofrenda” (C.V. 254). Todo lo que el Señor les ha dado a cada uno: “cualidades, inclinaciones, dones y carismas, no son para ti, sino para otros” (C.V. 286). Si se consagran al Señor, es porque se entregan de lleno a su obra; ya no se pertenecen, son del Señor y de la gente.

San Pablo los exhorta a “dedicarse plenamente al ministerio”. Plenamente es plenamente, totalmente, de tiempo completo. Así debe ser.

Y el mismo Pablo les da pautas, de cómo hacerlo: Te ruego, dice a Timoteo: “Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, corrige, reprende y exhorta; hazlo con mucha paciencia (humildad y bondad) y conforme a la enseñanza”.

¿Dónde está el secreto para todo esto?

“Permanezcan en mi amor”: es la recomendación misma del Señor.

“La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va… y está de nuestro lado por donde vayamos. Porque Él jamás rompe una alianza. A nosotros nos pide que no lo abandonemos”: que permanezcamos unidos a Él (Cf. C.V. 154). En eso consiste nuestra espiritualidad sacerdotal, en mantener una relación enamorada con el Amigo, ¡permanecer en su amor! Así su ministerio, queridos Jhony Alexander, Hernán Darío, Daniel Fernando, Cristian Andrés y Jhon Fredy, no perderá la pasión y el entusiasmo (Cf. C.V. 132).

El Señor sigue llamando jóvenes interesantes, dignos de confianza, con sueños grandes… Su Reino de vida plena, amor, justicia y paz necesita operarios… Por eso necesitamos la pastoral vocacional, con la conciencia que es toda la comunidad la que la realiza, buscando, por medios adecuados atraer a los jóvenes a tener la fascinante experiencia del Señor y acompañarlos en un camino de maduración hasta encontrar la vocación para su vida y su misión en la comunidad cristiana y en el mundo. Todos los bautizados, como familias, como grupos apostólicos, como educadores, como comunidades parroquiales, como comunidades religiosas, como sacerdotes: por ellos, por nuestros niños y jóvenes, propongámonos hacer algo… testimonio, evangelización, predicación, catequesis, apoyo económico, oración. Intensifiquemos la oración por los sacerdotes y las personas consagradas y por las vocaciones de especial consagración; pidamos incansablemente al dueño de la mies que envíe operarios a su mies; para ello démosle mucha importancia a la oración eucarística los jueves que llamamos sacerdotales y vocacionales.

Y ahora, volvamos la mirada a María, a la joven decidida, arriesgada, enamorada… Ella sea su modelo y su inspiración en el ejercicio alegre de su ministerio diaconal y su maternal consuelo en los momentos de desánimo y dificultad.

+Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón – Rionegro

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