Homilía en la apertura del XIII Congreso Nacional de Nueva Evangelización

HOMILIAS

Rionegro 12 de agosto de 2022
Isaías 60,1-6 – Salmo 95. – Mateo 28,16-20

 

¡Bienvenidos hermanos y hermanas en el Señor Jesucristo!

Como Jesús Resucitado convocó a sus discípulos a Galilea, nos ha citado a nosotros a este XIII Congreso Nacional de Nueva Evangelización, aquí en la Diócesis de Sonsón Rionegro, que con todo cariño se ha preparado para acogerlos.

Somos la Iglesia de Jesús, que en cada momento de la historia, quiere encontrar la mejor manera de ser fieles a su Señor. Venimos en su búsqueda, a la escucha de su Palabra, unidos en fraternidad para discernir y fortalecer nuestro caminar creyente de renovación y de  misión permanente. – . –

El Evangelio nos pone frente a las palabras finales de Jesús, testamento perenne, de lo que pide a su Iglesia de todos los tiempos. Nos hace bien escuchar con interés renovado la voluntad de nuestro Dios y Señor para reforzar nuestras convicciones profundas de fe. Es el “mandato misionero” que incluye la integralidad de la misión de la Iglesia.

El imperativo del Señor a los discípulos es determinante para entender la identidad profunda de la Iglesia: “Vayan”.

Jesús Resucitado que ha concluido su obra como Salvador y Mesías, quiere que sus colaboradores se integren a la tarea de hacer partícipes a todas les gentes de los beneficios de la redención. Los destinatarios: es la humanidad entera, “Vayan a todas las gentes”, misión universal que debemos cumplir en todos los tiempos, en todas las circunstancias y sin excepciones.

Aparecida cita al Papa Benedicto XVI: «El discípulo, fundamentado en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que Él nos salva. En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro. Ésta es la tarea esencial de la evangelización…” (Aparecida, Nº 146). – . –

La finalidad de la misión queda muy clara: “Vayan y hagan discípulos” de todas las gentes.

Hacer “discípulos” es iniciar a otros en el “seguimiento de Cristo”, entusiasmarlos por Él, que se adhieran a su persona y a su mensaje; que configuren sus propios proyectos de vida con la propuesta de Jesús y entren en comunión con Él.

 

Un misionero es un discípulo que hace discípulos, un evangelizado que evangeliza, a la manera como Jesús hizo discípulos: sin forzarlos sino seduciendo su corazón y apelando a la libre decisión de cada uno.

Teniendo presente que “El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad” (A. 164), la integración a una familia, a la Iglesia del Señor. – . –

A esos que hacen discípulos “Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” significa una inmersión en el nombre de la Trinidad. Algo muy profundo:  Una interpenetración del ser de Dios y nuestro ser.

El verbo “bautizar” significa: “introducir en algo”, “sumergirse”, “compenetrarse”: es hacer participar en la vida de Dios, introducir en la familia trinitaria. Esa es la finalidad última de la tarea evangelizadora: hacer que la gente participe de la vida de Dios, fuente de vida que no se acaba.  – . –

Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Toda la autoridad, con plenitud de poder, la ha recibido Jesús de su Padre. Jesús declara su triunfo definitivo sobre el mal y la muerte, y se presenta vivo y victorioso ante sus discípulos: Señor del cielo y de la tierra, Señor de la historia y, a la derecha del Padre, convertido en “juez de vivos y muertos”.

Con ese poder supremo, superior al tiempo y al espacio, es que Jesús envía a sus discípulos a los confines de la tierra. Este poder recibido sustenta el imperativo misionero: “vayan”. –

Con otro encargo: “enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”. Se trata de enseñar solo y todo lo que Jesús enseñó y vivió. Su mensaje completo.

Jesús dedicó lo mejor de su tiempo a instruir a sus apóstoles. Los Evangelios nos traen sus discursos y enseñanzas. Esa enseñanza hace parte de la misión: enseñar a poner en práctica lo que Él ha mandado, hacer vida sus palabras y obras. Las enseñanzas de Jesús no son opcionales, no podemos disminuirlas ni tergiversarlas.

Sabemos que el mandamiento nuevo de “amarnos los unos a los otros, como Él nos ha amado”, es una buena síntesis de su enseñanza. Será el distintivo de que son sus discípulos. Por eso «la unidad de las comunidades cristianas» y «de las familias cristianas» es el testimonio fehaciente de que Jesús es el enviado del Padre.

Para que no olvidemos lo que Jesús ha mandado, tenemos la presencia del Espíritu Santo “que nos recordará todo lo que Él nos ha enseñado”. – . –

Con su potestad divina, asegura su presencia y su asistencia constante a la Iglesia misionera: “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos”.

 

El que fue anunciado como el “Dios con nosotros”, es el que nos dice resucitado “yo estoy con ustedes”. El Resucitado permanece al lado de sus discípulos, ejerciendo su señorío en el tiempo y en el espacio, con su vivo interés y con su poderosa asistencia y protección a lo largo de toda la historia para que llevemos adelante la misión que Él nos encomienda.

¡Nada de miedos! ¡Nada de dudas! Frente a nuestras debilidades y a los obstáculos, el Señor nos dice “Yo estoy contigo – Yo estoy con ustedes”: es la certeza de la asistencia divina a quienes llama y envía. “Todos los días”: significa que la totalidad de la historia está abarcada por la presencia del Resucitado. – . –

Todos nosotros estamos comprometidos con la Nueva Evangelización. Evangelización que se plantea escenarios distintos a los que abarca la evangelización habitual que la Iglesia nunca ha dejado de realizar. Muchos están fuera del ámbito de nuestra acción pastoral. Hay que llegar a todos… Por eso se necesita que la evangelización esté animada por un nuevo ardor, buscar nuevos métodos y nuevas formas expresivas para transmitir al hombre de hoy la perenne verdad de Jesucristo, siempre nuevo.

Estamos siendo protagonistas de un camino sinodal, al cual nos ha convocado el Papa Francisco. Hemos pasado por la fase diocesana y acabamos de finalizar la etapa nacional. Se nos ha invitado a tener “sueños y esperanzas” y ya han aflorado mociones del Espíritu que nos señalan caminos para ser una Iglesia mejor esposa de Cristo, más sacramento universal de salvación.

Todos los que llevamos este proceso Integral de Nueva Evangelización, que pretendemos profundizar y animar en este Congreso Nacional, prometemos ser una fuerza que secunda el impulso renovador del proceso sinodal.

En la síntesis nacional se reconoce que “se ha logrado un despertar evangelizador a través de métodos como el SINE, el PDRE (Proceso Diocesano de Renovación y Evangelización), el PRED (Plan de Renovación y Evangelización Diocesano), del PEIP (Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular)…”.

Solamente quiero mencionar algunos elementos que se inscriben en los pasos que el Espíritu nos invita a dar para seguir discerniendo en nuestra Iglesia Colombiana.

La Nueva Evangelización nos tiene que hacer sentir con apremio la misión: ser una “Iglesia decididamente en salida”.

“Para el creyente, en singular, lo mismo que para toda la Iglesia, la causa misionera debe ser la primera, porque concierne al destino eterno de los hombres y responde al designio misterioso y misericordioso de Dios” (R.M. 86).

El primer paso que se nos indica en la Síntesis Sinodal Nacional es la exigencia de “una conversión permanente, integral y sincera”. El llamado a la Iglesia en cada época es a “una mayor conversión evangélica”, una conversión personal y una conversión pastoral en clave misionera.

Esa conversión está a la base de cualquier camino de renovación, que es otro paso que nos está pidiendo el Espíritu: “Es, ciertamente, una invitación a las comunidades parroquiales a salir de sí mismas, ofreciendo instrumentos para una reforma, incluso estructural, orientada a un estilo de comunión y de colaboración, de encuentro y de cercanía, de misericordia y de solicitud por el anuncio del Evangelio” (Instrucción sobre la conversión pastoral).

No es el espíritu de conservación, sino el Espíritu de Jesús Resucitado el que ha de guiarnos.

Sin duda, el Señor Jesucristo, es el único centro de todo proceso de conversión y de renovación en la Iglesia: “No habrá mueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto vivo, lúcido y apasionado con Jesús”.

El secreto de toda evangelización consiste en ponernos en contacto directo y vivo con la persona de Jesús. Sin Él no es posible engendrar una fe nueva. Necesitamos sintonizar vitalmente con Él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.

“Una Iglesia que no es capaz de llevarnos a Jesús es una Iglesia muerta” (Francisco).

La Nueva Evangelización también requiere de testigos: “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, por testimonio” (Cf. E.G. 14).

Urge recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una verdad que se ha de hacer vida” (Veritatis Splendor, 88). Cada uno, las comunidades, la Iglesia ha de transparentar ante el mundo la presencia activa del amor que nos salva. Que no quede duda que una vida vivida evangélicamente es más plena, más libre, más gozosa.

Algo que se pide con insistencia en la síntesis sinodal nacional es “favorecer la participación y corresponsabilidad real de los laicos en programación, proyección y consulta de planes de pastoral y misioneros, en procesos de evangelización”.

Todavía faltaría el sentido de comunidad y de familia… que esperamos poder abordar en estos días… Son muchos los retos, pero es emocionante poderlos enfrentar con la fuerza del Espíritu del Resucitado, y confiados en María, Estrella de la Evangelización, ella nos inspire la vivencia del Evangelio y la irradiación de su luz.

Contemos las maravillas del Señor a todas las naciones”. Amén

+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo de Sonsón Rionegro

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