Homilía Inauguración del año de la fe

HOMILIAS

Catedral de Rionegro

EL AÑO DE LA FE – Octubre 11 de 2012 

Año de la fe

Con toda la Iglesia, inauguramos el Año de la Fe. Iniciativa pastoral del Papa Benedicto XVI para toda la Iglesia, para sacudirnos en la conciencia de nuestro ser de creyentes. La Iglesia de Sonsón – Rionegro, dice hoy: ¡ Aquí estamos! para secundar y aprovechar esta iniciativa del Santo Padre; decimos ¡presente! Y aceptamos el desafío; y lo hacemos con un claro espíritu de comunión con la Iglesia universal.

Necesidad del año de la fe

Estamos convencidos de su oportunidad. Se hace necesario descubrir la importancia de la fe en nuestro tiempo. Hay una realidad, que nos sirve de diagnóstico: existe una profunda crisis de fe que afecta a tantas personas. Aunque la fe no pierde su valor perenne, en la conciencia de los seres humanos se puede debilitar, oscurecer y hasta perder. La fe ya no se puede considerar como un presupuesto obvio de la vida cotidiana; con frecuencia es cuestionada o negada. Se cumple lo de la segunda lectura: «vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina… apartarán sus oídos de la verdad…». Por eso nos dice el Papa: «debemos ponernos en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirles al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». La misión de la Iglesia es esencialmente hablar de Dios, recordar su soberanía.

El mundo en crisis, postrado por el secularismo, reclama un nuevo orden moral, nuevo orden que sólo puede dar Dios. Es la hora de la levadura en la masa, de la luz en la oscuridad y esperanza de un nuevo amanecer. El Papa ha insistido en «la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo».

Ante la evidencia de una fe débil, inmadura o ausente, necesitamos despertar la conciencia para que vuelva a admirar la belleza y la actualidad de la fe. Es una invitación a no ser «flojos» en la vivencia de nuestra fe. A no tener una fe acomoda, inofensiva, intrascendente. Hay que hacernos sentir como creyentes y hacer algo por la fe y su propagación.

Para renovar la fe

El año de la fe será, entonces, «un momento de gracia y de compromiso por una conversión a Dios cada vez más plena, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo» (Benedicto XVI). Una «Invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único salvador del mundo» para que nuestra adhesión a Cristo y a su Evangelio sea más consciente y vigorosa.
Que este año comprendamos con mayor profundidad el fundamento de la fe cristiana, que describimos con palabras, ya conocidas, pero muy luminosas del papa: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino con el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto, Dios es amor, 1). Y esa persona es Jesús de Nazaret, Palabra hecha carne, que nos ha contado la intimidad con Dios y se ha convertido en camino hacia Padre.

La fe, por tanto, no es aceptar creencias y verdades (el conocimiento solo no llena), no se cree en «algo» (las cosas no llenan el corazón). Se cree en «Alguien», porque la fe es ante todo un encuentro, un compromiso con la persona de Cristo Vivo, que transforma y compromete la vida entera. Solo un encuentro amoroso puede satisfacer profundamente al ser humano.

Que este año nos ayude a tener una más fuerte relación con Cristo, pues sólo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. El gozo que produce el encuentro con Cristo, es decir, percibir su profundo y gratuito amor, nos lleva a comunicar esta gratificante experiencia a todos nuestros hermanos. La fe, fundada en el encuentro con Cristo Resucitado, pueda ser redescubierta en todo su esplendor; volvamos a tener la gracia de vivir la belleza y la alegría de ser cristianos. Que Jesús nos enseñe que el «arte de vivir» se aprende, sólo, «en una relación intensa con Él»

«La fe es garantía de lo que se espera», esperamos la vida terna; para el creyente, entonces, el futuro, pase lo que pase en el presente, no es incierto ni angustioso.

«La fe es la prueba de las realidades que no se ven», por eso el creyente puede ir más allá de lo sensible y disponible, para apoyarse con seguridad en el Dios que no vemos, pero es la roca que siempre está presente y acompaña.

La fe nos pone frente al sentido último y la verdad definitiva de nuestra existencia.

Esa es la fe que hay que renovar.

Para proclamar la fe

Este año, también, quiere «suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza». Hay que confesar con la boca que Jesús es el Señor. Confesar la fe, por que no sólo es un acto privado, sino que tiene una dimensión pública, que afecta toda nuestra vida y por lo tanto, nuestras relaciones sociales. Confesar la fe crea un compromiso. Por eso la fe debe ser expresada públicamente, con convicción y sin fanatismos.
Una profesión que expresa seguridad de lo que creemos. Seguridad que viene de Cristo mismo, Palabra definitiva para la vida del mundo. Este Año es una oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales, en nuestros templos parroquiales y capillas; en nuestras comunidades eclesiales; en nuestras casas, con nuestras familias. Que eso nos comprometa a conocer, a vivir y a transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. Es un año, pues, para «gritar» nuestra fe. Para expresarla públicamente.

Para conocer la fe

En este año estamos llamados a sentir con fuerza la exigencia de conocer mejor la fe de la Iglesia. Si queremos que nuestra fe sea más consciente y firme, debemos redescubrir los contenidos de la fe y reflexionar sobre el mismo acto con el que creemos. No se puede proclamar lo que no se conoce. El Papa subraya la inseparabilidad entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. Los contenidos de la fe evitan el subjetivismo de la fe. Pero los contenidos solos, sin el asentimiento de la fe, no nos unen a Dios ni transforman la vida.

Para vivir la fe

La carta a los Hebreos, enumerando una serie de figuras de la historia de la salvación, muestra como todos ellos «por la fe», fueron capaces de vencer al mundo, a pesar de las dificultades, persecuciones, burlas y pruebas que tuvieron que soportar. Hicieron lo que hicieron, vivieron lo que vivieron, porque estaban firmemente arraigados en Dios… El Papa añade otras figuras, que deben ser estímulo para nosotros: por la fe María acogió la palabra de Dios; por la fe los apóstoles lo dejaron todo para seguir al Maestro; por la fe fueron por el mundo entero, sin temor alguno, anunciando la resurrección de Cristo; por la fe los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio; por la fe muchos varones y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica, la pobreza, la obediencia y la caridad (Cf. PF 13b).

La fe se vuelve vida, no se puede quedar en palabras. Hay que sacarla a relucir: es el mayor don divino que hemos recibido, por eso la debemos comunicar, en la vida cotidiana, sin complejos ni temores. La fe, que tiene que ser vivida en la comunidad cristiana y en la sociedad, tiene una responsabilidad social. Estamos llamados, «por la fe», a promover acciones a favor de la justicia (para hacer concreta la Palabra del señor), a intensificar el testimonio de la caridad («¿De que le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?»); a confesar la belleza de la fe en todos los ámbitos donde se desarrolla nuestra existencia: familia, trabajo, en el medio educativo, en la vida pública, en el mundo empresarial…

Hoy el mundo necesita más que nunca el testimonio creíble de nuestra fe. Nuestra capacidad de «Proclamar la Palabra, insistir a tiempo y a destiempo, reprender, amenazar, exhortar con toda paciencia y doctrina». Nuestro compromiso de ser un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo.

Se necesita mostrar una fe inquebrantable, que resista los embates del mundo de lo fácil, de lo subjetivo, de lo relativo. Que tenga claridad y valentía ante la mentira y la deshonestidad.

Para la nueva evangelización. 

Conocer, profesar y vivir la fe es una oportunidad inmejorable para dar un fuerte impulso a la nueva evangelización. La fe en si misma posee una fuerza irresistible de ser comunicada, de ser transmitida.

También el Año de la Fe pretende que recuperemos el entusiasmo por compartir la fe, recuperar la importancia y la necesidad de la evangelización. El empeño misionero y evangelizador es la prueba fehaciente de una fe viva y robusta. Se nos llama en este Año de la Fe a renovar nuestra conversión al Señor y a redescubrir nuestra fe, para que cada uno sea ante el mundo actual testigo gozoso y convincente del Señor resucitado; capaces de señalar «la puerta de la fe» a tantos que están en búsqueda de la verdad, a tantos que nunca han pertenecido a la Iglesia y a aquellos que la han abandonado. Es un año para intensificar la evangelización, para ofrecer a todos, el don inestimable de la fe.

En definitiva, el año de la fe nos lleva a «un compromiso eclesial más autoconsciente y decidido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe». 

Con la ayuda del Concilio y del Catecismo

El Concilio vaticano II (celebramos 50 años de su inauguración) y el Catecismo de la Iglesia católica (celebramos 20 años de su promulgación), son los referentes doctrinales para este Año de la Fe. Los propone el Papa para toda la Iglesia, como brújula segura para orientar su camino en estos tiempos inciertos y cambiantes. Reflexionar y asimilar sus contenidos nos conduce a un mayor compromiso eclesial en favor de la nueva evangelización.

En el catecismo, que es fruto del Concilio, se resume y se expresa la fe de toda la Iglesia. Allí encontramos la fe que profesamos (Credo), la fe que celebramos (liturgia), la fe que vivimos (moral), la fe que rezamos (oración). Para enfrentar la devaluación y la crítica destructiva que se hacen a los contenidos de la fe; para superar un cierto vaciamiento de la fe objetiva porque importan más los métodos y los sentimientos que los contenidos, está el Catecismo, donde se «pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia». Nos permite decir hoy nuestra fe en el mundo de la forma más completa, orgánica y clara.

Como refuerzo al Plan pastoral

Quiero repetirlo brevemente: El Año de la Fe no es hacer un paréntesis en la tarea de nueva evangelización en la que venimos empeñados con nuestro Plan de Pastoral y la Misión Permanente. Se convierte más bien en un estímulo para un compromiso más convencido de las comunidades cristianas en su misión evangelizadora en el momento actual. El Año de la fe no viene sino a reforzar las razones de nuestras opciones pastorales, no hace más que animar nuestro entusiasmo de discípulos misioneros.

«Auméntanos la fe»

Esta petición de los apóstoles al Señor, puede ser nuestra plegaria incesante en este año de la fe. Es un reconocimiento humilde de una fe débil, de la impotencia para vivir a plenitud el Evangelio, para amar, para perdonar, para ser siempre fieles. Pero a la vez es expresión de la confianza en el Señor; sólo con su ayuda nuestra fe puede aumentar y fortalecerse. Sin duda, nuestra debilidad como cristianos y la carencia de un impulso evangelizador, provienen de la falta de fe. Cuántas veces el Señor reprochó a sus discípulos esta falta de fe (¡»hombres de poca fe»!). La fe es el fundamento de la vida cristiana; si ésta se debilita, todo se resiente y Dios desaparece del horizonte de nuestra vida… Y ese es el gran mal de la humanidad.

La fe nos pone en el horizonte de la relación con Dios. Señor, ¡auméntanos la fe!… para que nuestra experiencia de Dios ensanche nuestra capacidad de amar y de servir, para que nos llenemos de la alegría de vivir.

Invitación final

La invitación hoy, queridos hermanos y hermanas, es a celebrar con provecho el año de la fe.

Invitamos a los sacerdotes, a los miembros de la Vida consagrada y a todos los fieles, asociaciones y movimientos eclesiales, a cada una de las familias, a meditar la Carta Apostólica Porta fidei; a celebrar la fe, sobre todo en la Eucaristía dominical; a estudiar los documentos del Vaticano II y a profundizar el contenido del Catecismo de la Iglesia Católica; a asimilar el Credo, a renovar las promesas bautismales y a participar en las diversas iniciativas de este año que nos lleven a redescubrir el don de la fe y la responsabilidad de testimoniarla.

Nos confiamos a la intercesión maternal de María, la «feliz porque ha creído». Ella sea faro luminoso, como Madre de la fe, para todos los que queremos «caminar en la presencia del Señor». Amén.

+Fidel León Cadavid Marín

Obispo de Sonsón-Rionegro

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