Homilía en la Jornada Diocesana de la Juventud – junio 11 de 2018

HOMILIAS

Jornada diocesana de juventud

Marinilla, junio 11-18

Timoteo 4, 12-16      Salmo 119        Mateo 19. 16-22 (Macos 10, 17-27)

 

Muy queridos jóvenes,

Hoy la Iglesia diocesana quiere decirles que los amamos, los necesitamos y que confiamos en ustedes.

Les propongo que hagamos propio el diálogo que acaba de anunciarnos el Evangelio, entre un joven y Jesús.

Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”

La pregunta ¿qué tengo que hacer? Es una pregunta fundamental que debe hacerse cada uno: sobre lo que quiere para su propia vida; el sentido que quiere darle a su existencia y la disponibilidad de tomar en serio sus responsabilidades.

“¡No tengan miedo al futuro! ¡Atrévanse a pensar en grande! A ese sueño grande yo los invito hoy” (Francisco a los jóvenes en Bogotá).

Este joven manifiesta un corazón generoso y sincero, una capacidad grande de entrega y muchas ganas de vivir con intensidad. Está dispuesto a hacer algo por alcanzar el bien, la felicidad, la perfección… Por alcanzar la vida terna, la plenitud. A eso mismo debemos aspirar a cada uno de nosotros

“Por favor, no se metan en el “chiquitaje”, no tengan vuelos rastreros, vuelen alto y sueñen en grande” (continúo el Papa).

Que la respuesta al Salmo se vuelva oración y deseo profundo: “Yo busco tu rostro Señor”.

Si quieres entrar en la Vida eterna, “cumple los mandamientos… No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “Todo esto lo he cumplido”.

Nuestro personaje había creído realizar la voluntad de Dios porque cumplía los mandamientos de la ley. Los mandamientos son de verdad un camino hacia Dios. Pero no pueden convertirse en un mero cumplimiento por inercia, por costumbre, por rutina. No se trata de hacer cosas por hacer. Muchachos, la vida cristiana tiene que ser consciente, y no un conformismo con una herencia cultural o familiar.

Pongamos cuidado a esto: Jesús no nombra todos los mandamientos y, además, resalta al final, el mandamiento de amar al prójimo. Se nombran sólo los mandamientos que se refieren al hombre y su servicio (y no los tres primeros que se refieren al servicio de Dios). Ya está indicada la dirección que Jesús quiere darle a su respuesta: importa hacer lo bueno a favor del prójimo si se quiere alcanzar la vida eterna.

“¿qué me queda por hacer?”

Esta pregunta es más interesante todavía: ¿Qué me falta todavía?

Indica una insatisfacción y una búsqueda de algo más. ¿Será que ya estamos hechos? ¿Qué no necesitamos más nada? Cuidado con el acomodamiento, con la modorra para vivir. Es muy triste ver jóvenes cansados, aburridos, desencantados, desentendidos… sin ganas de nada.

Este joven sentía en su corazón que tenía necesidad de algo más. Es que el corazón del hombre siempre debe estar inquieto, pensar en grande… desear superarse, mantener la frente y la mirada levantada. No puede contentarse con poco. El Papa dice, que todo ser humano tiene una “ardiente nostalgia de amor y felicidad”.

El joven debió sentirse atraído por las enseñanzas de Jesús y le pregunta esperando una respuesta novedosa que le aporten una plenitud que ni el cumplimiento de la ley ni sus bienes le aportan.

No dejemos de indagar al Señor, al Maestro: ¿Qué más debo hacer? ¡No dejen de buscar y esperar!

¿Qué me falta aún? Pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez ante el desencanto íntimo de las cosas que siendo buenas no acaban de llenar el corazón, y ante la vida que va pasando sin apagar esa sed oculta que no se sacia (¡no se dejen atarugar de basura, de pequeñeces!).

Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo”.

Si quieres”. Es de las cosas más valiosas de Dios: respeta profundamente la libertad de este joven; respeta absolutamente tu libertad. Los jóvenes no soportan que los obliguen. Dios es enemigo de la violencia y la amenaza, no es su método. No fuerza a nadie. Jesús no fabrica esclavos, sino que nos ofrece, en su relación con Él y su Padre, la categoría de hijos, de hermanos, de amigos.

Jesús antepone un llamado primero a la perfección: “Si quieres ser perfecto”. Nos remite al Padre del cielo que es perfecto. Dios es la medida de las acciones del hombre.

Y luego, a quien preguntaba por el camino de la vida eterna, sin criticar el esfuerzo desplegado en el cumplimiento de la ley, le abre las exigencias del Reino que Él predicaba. Su respuesta es rotunda: “Ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo”.

Jesús nunca se va por las ramas, y no endulza el oído (tal vez por eso muchos se le quitan). Expone con radicalidad lo que significa asumir sus criterios, valores y opciones para poder seguirlo. Le indica el camino de la pobreza, del desapego y del desprendimiento como camino de perfección.

“Recuerda que -nos dice San Francisco de Asís- , cuando abandones esta tierra, no podrás llevarte contigo nada de lo que has recibido, solo lo que has dado” (San Francisco de Asís).

En el fondo de este diálogo está la respuesta a cómo hacer un tesoro en el cielo. El amor generoso es el que me ata al cielo. Jesús no quiere discípulos medias-tintas, medio-tiempo, media-entrega. Como somos mediocres, no alcanzamos a encontrar la felicidad en seguirlo. “Él nos quiere santos -perfectos, felices- y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada” (Gaudete et Exsultatae Nro 1). Quiere discípulos que no pongan condicionamientos y se dispongan a vivir hasta el fondo, sin componendas, el Evangelio.

La respuesta de Jesús produce un gran impacto, porque supone para nuestra mentalidad una contradicción. En tantas cosas Jesús va contracorriente.

El afán de muchos (¡y son muchos!) es ganar, cada vez más; y si es fácil, mejor. El problema es hacer de los bienes el único motivo para vivir (endiosarlo) y sentirse sobrado para hacer y deshacer. Jesús enfrenta esa mentalidad aburguesada de querer ser exitosos a cualquier precio, sin importar la suerte del otro, sin importar quién se joda; irreverentes ante el medio ambiente, creadores de injusticias y desigualdades… ¡Somos el tercer país más inequitativo del mundo!

El joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes”.

Esta respuesta de Jesús, donde propone la radical novedad de su propuesta, “ilumina la difícil relación del hombre con la riqueza” (Papa Francisco). Pudo más en su elección el peso de sus bienes y el apego a ellos que el seguimiento que le planteaba Jesús.

“Las riquezas tienen capacidad de seducir y hacernos creer que estamos en un paraíso terrestre”, que todo está bien (Papa Francisco). Las riquezas hacen pensar que la vida y la felicidad están asegurada por lo que se posee.

Cuando uno se cierra (encierra), preocupado de defender sus bienes y sus intereses (cada vez ponemos más barreras, más cercas y muros, más cámaras, más rejas…),se pierde el horizonte. Es triste una vida sin horizonte, se vuelve estéril. Las cosas cerradas se corrompen, el corazón cerrado se oxida.

Las riquezas, que son para el bien común, “a veces encantan, engañan, nos hacen creer que somos poderosos como Dios. Y al final, nos quitan lo mejor, la esperanza; y nos alcanzan lo peor, la corrupción” (Papa Francisco).

Este joven ¿Acaso estaba esperando una propuesta que no le perturbara la vida? Jesús no pide “cosas”, pide de nosotros nuestro ser entero, con la capacidad de renunciar a lo que sea con tal de alcanzar las metas más grandes. Para seguir a Cristo, no solamente se necesita el alma limpia (por el cumplimiento de los mandamientos), sino tener también el alma libre. Libre de ataduras, de apegos esclavizantes.

Jesús nos quiere libres para amar, libres para dar la vida. ¡No es poca cosa! Un corazón atado a la riqueza no permite entender que la vida que se busca comienza “haciendo espacio” dentro para que pueda ser llenado de hermandad, bondad, igualdad y solidaridad con los pobres, es decir, de otros bienes que el dinero no compra. ¡No todo se compra con el dinero!; los grandes valores “ni se compran, ni se venden”. Por la plata se han sacrificado las cosas más bellas y valiosas de la vida.

Insistamos en promover una cultura de los derechos, del diálogo, del encuentro; o sea, “una cultura donde saber escuchar vale más que hablar, el servir más que el ganar, el unir más que el dividir” (Aldo Cívico)

¿Por qué no es perfecto este joven? Porque tiene su corazón dividido. Quisiera tener dos amores- tesoros que no son compatibles, el tesoro en la tierra que los carcome la polilla, los corroe el óxido y se lo roban los ladrones y el tesoro de Dios que siempre permanece y nos garantiza la alegría y la eternidad.

Por eso “se fue triste”, la tristeza de estar encerrado en la muralla de sus riquezas; la tristeza de mantener la mano cerrada. “El que cierra su corazón termina alejado de Dios y distanciado de los hermanos” (Papa Francisco). La alegría es propia de la libertad de los hijos de Dios. Jesucristo es el gran tesoro que abre horizontes y llena de paz interior. “Dios no quita nada y lo da todo”.

Nos recomendó el Papa: “Por favor, mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor”. Signo del corazón libre que ha entendido el sentido de la vida. La alegría está ligada, sin duda, a la capacidad de desprendimiento y generosidad.

“El Señor vio con tristeza que se alejaba”. Hay muchos “buena gente”, pero si se les habla de sacrificios y apostolado, de compromisos y reuniones, se entristecen y se van, se escurren.

Termino con la recomendación de Pablo a Timoteo:

Que nadie menosprecie tu juventud: por el contrario, trata de ser un modelo para los que creen, en la conversación, en la conducta, en el amor, en la fe, en la pureza de vida”.

Y con una oración del Salmo responsorial:

Apártame del camino de la mentira, y dame la gracia de conocer tu ley. Elegí el camino de la verdad… No me defraudes, Señor”.

Muchachos: sean motivo de alegría para sus papás, sean esperanza para esta sociedad que requiere aire fresco porque está contaminada de mentira y corrupción. Ustedes “tienen el potencial necesario para construir, ¡construir! (Papa Francisco).

María, nuestra buena mamá, respire tranquila y satisfecha viéndolos tan contentos, animados y decididos a buscar y a vivir la Vida que sin trampa les ofrece su Hijo Jesús.

Así sea.

 

+ Fidel León Cadavid Marín
  Obispo Sonsón – Rionegro

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