Ordenación Sacerdotal
Roger Argumedo Romero: «Proclama mi alma la grandeza del Señor» (Lc 1, 46)
Montería, diciembre 7 de 2017
Catedral San Jerónimo.
Muy queridos hermanos todos,
Agradecidos de sentirnos acogidos en esta tierra cordobesa. Gracias a Monseñor Ramón Alberto que nos ha abierto las puertas de su casa y de su catedral. Gracias a esta Iglesia diocesana de Montería que nos ha regalado a Roger, para ser parte de la Diócesis de Sonsón-Rionegro, en la Asociación Siervos del Espíritu Santo, asociación sacerdotal que tiene presencia en varias partes de Colombia y del mundo.
Compartimos la alegría de la familia Argumedo – Romero y la de todos los allegados con amistad espiritual a Roger.
Celebramos, con la Iglesia, las vísperas de esta gran fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, “que en virtud de los méritos de Jesucristo redentor, fue preservada sin mancha del pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios”.
La Palabra de Dios nos enmarca este acontecimiento de María en la historia de la salvación y nos frece la comprensión del misterio mismo de sacerdocio, que recibirá Roger en esta celebración.
Recordemos que el Concilio Vaticano II nos presenta a María como “prototipo y modelo para la Iglesia”. Roger, toma a María como prototipo y modelo de tu vida sacerdotal.
Podemos iniciar tomando las mismas palabras de San Pablo: “¡Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo!”. Todo acontece de parte de Dios. Todo se entiende sólo desde Dios. Lo de María, lo tuyo, Roger; lo de la Iglesia, lo de todos. Porque ese Dios, por medio de Cristo, nos ha concedido toda clase de bendiciones celestiales; porque ese Dios, antes de la creación del mundo nos eligió por amor, para ser santos e irreprochables en su presencia. Porque ese Dios, nos predestinó a ser sus hijos.
Magnífico resumen de lo que Dios ha hecho en nosotros, por Jesucristo. En ese mismo actuar de Dios está involucrada la Santísima Virgen María y está involucrado cada sacerdote.
Sí, la Inmaculada Concepción, está inscrita en el diseño de Dios, que se ha fijado en la humildad de una muchacha de Nazaret, de un pueblo periférico desconocido. Una criatura marginal ha sido elegida por Dios para ser la madre del Salvador. Dios elige lo pequeño para cosas grandes. La presencia el ángel del Señor está indicando una experiencia interior que le permite oír voces que no son las suyas, con una propuesta que no está en sus planes, que superan cualquier expectativa, que la sobrepasan, que la sorprenden.
Tu experiencia vocacional, Roger, debió haber sido algo parecido. Una elección de Dios, no tuya. Algo grande de Dios, para ti, pequeño como creatura. Es algo que te sobrepasa: ser sacerdote como Cristo. ¡Ojalá vivas la experiencia del impacto, del asombro!
En el caso de María y tuyo, está sólo el amor divino que los cautivó. Nada de presión, de fuerza, de engaño. Y la grandeza de María y de un sacerdote sólo viene del don de la gracia concedido por Dios, a los que se hacen “siervos” del Señor.
La respuesta de María es el “hágase”, que no consiste en una simple aceptación ni en un resignado “dejar hacer”. ¡No!´, es una respuesta que manifiesta el gozoso deseo de colaborar con lo que Dios quiere de ella. Es una total disponibilidad, de abandono alegre, no una aceptación pasiva.
María, al contrario de Eva, se fía de Dios, no de la serpiente. Llena de gracia, responde con toda su libertad. Confía, dice que “sí” a la maravillosa efusión de gracia que recibe. Ella presta su seno materno, pero sobretodo su corazón, para engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor.
Roger, Como María, aprende a decir “sí”. Hoy pronuncia la misma respuesta de María, pero con su misma radicalidad de donación. Acoges el amor gratuito de Dios y te pones también, gratuitamente, todo entero, a lo que el Señor quiere de ti al elegirte como su sacerdote.
Dios, a través de los elegidos, lleva a cabo su obra. Nadie es llamado para sí mismo. Todo lo sucedido en María está en función de una tarea determinante en la historia de Dios con nosotros: ser madre del Mesías, del Hijo de Dios encarnado. Ha sido preservada del pecado original, para herir la cabeza del maligno, porque ha sido destinada a ser la Madre de Aquel (que se llamará Jesús: “Dios salva”) que ha venido a librarnos de la esclavitud del pecado. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, aquel que viene a sanar de raíz nuestra libertad herida y orientar nuestra voluntad libre por caminos que sanan y plenifican (porque reconducen a Dios).
Dios interviene en María en favor de su pueblo. Llamada a ser madre del Mesías y Madre de la fe del nuevo pueblo reunido por su Hijo.
Roger, el sacerdocio que recibes, es para el pueblo de Dios. Cuando Dios quiso arreglar este mundo, escogió a María; ahora te elige a ti, para que seas de la estirpe de la mujer destinada a triunfar contra el mal que hace perder a sus hijos. El Señor te hace sacerdote suyo, para que seas como Él y con Él instrumento de salvación. Y también para que seas padre de la fe, para que seas punta de lanza de la fe del pueblo de Dios. Uno que se fía completamente de Dios, el de la fe mayor, y ayuda a muchos a encontrarse con Él.
Tú estás también en función del proyecto grande de Dios para los hombres. Que ya está prenunciado como Buena Noticia desde el inicio mismo de la situación de “caída”, cuando el hombre despreció la gracia de la amistad con Dios y prefirió ser su rival, fiándose de la serpiente, y queriéndose erigir como dios.
Solamente Dios mismo, puede devolverle a la humanidad todo su sentido. Pero necesita de personas como María, de personas como tú que se abran en obediencia al Creador. La tarea de Jesús, en sus elegidos y con ellos, es liberar de la fuerza destructora del pecado.
Te servirá mucho pensar que todo hombre, que el pecado ha alejado de Dios, es nada sin Dios. Ese es hijo de Dios, y tiene la chispa de Dios en su corazón. A ese debes tu ministerio, entendido como “restauración” de la comunión de los hombres con Dios. El sacerdote siempre será puente que comunique, que una, eso es lo que quiere decir: ser pontífice.
En María, todo fue obra del Espíritu Santo. Cuando María preguntó, ¿cómo será eso? Dios le dio confianza, como si le dijera: “Yo me encargaré de todo”: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. El Espíritu Santo es la fuerza poderosa de Dios, que actúo en el seno virginal de María y hace posible lo imposible. El Niño que va a nacer es obra exclusiva de Dios. También Roger, tu consagración como sacerdote es obra exclusiva de Dios, por su Espíritu.
El Espíritu Santo te transforma de una manera tan radical, porque te asimila al mismo Cristo, como si Cristo se formara en ti, naciera en ti. Una transformación que te capacita para actuar salvíficamente a favor de los demás.
“No es un hombre, ni un ángel, ni ningún ser creado, sino el Espíritu Santo quien confiere el sacerdocio a una persona” (San Juan Crisóstomo)
Como “Siervo del Espíritu Santo” no dejes de dejarte guiar por Él. ¿Cómo será eso? Pueden existir muchos miedos: al futuro, a la debilidad personal, miedo a una entrega total. ¡No temas, el Señor está contigo! No estás solo. La gracia del Espíritu Santo está contigo.
La primera palabra con la que Dios se dirige a María es “alégrate”. Es lo que Dios quiere decirnos de primero a todos, que sintamos la alegría de la salvación. Es una alegría fundada en la certeza del amor de Dios. Cuando hay incertidumbre y oscuridad, se nos pide no perder la alegría.
Hoy el Señor también te dice: “alégrate”, “el Señor está contigo”. Es que cuando se pierde la alegría, se pierde la frescura, la cordialidad desaparece, se enfría la amistad entre los creyentes. Todo se hace difícil.
“Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando transparentamos la alegría del encuentro con Él”. (Papa Francisco, en la Macarena, Medellín).
Roger, siéntete retratado en la Virgen María, Inmaculada. Ella es la mujer modelo de lo que Dios quiere hacer de nosotros: preservada por Dios de esa herida original, es la llena del favor de Dios, elegida en Cristo para ser santa, limpia, pura, para que pudiera germinar en ella la Palabra salvadora, hecha carne.
Por todo lo grande que Dios ha hecho en María y que celebramos en su Inmaculada Concepción, decimos con el salmo: “cantemos al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”. Y por toda la gracia que se derrama en ti, Roger, en tu ordenación sacerdotal, exultemos con María: “¡proclama mi alma la grandeza del Señor!”.
Amén.
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo diócesis Sonsón-Rionegro