Ordenación Sacerdotal
Yhan Lucas Montes Gallego
Nariño, noviembre 11 de 2017
Efesios 4, 1-7.11-13 Salmo 118 Juan 10, 11-16
Muy queridos hermanos y hermanas de Nariño, hermanos y hermanas de la Diócesis de Sonsón-Rionegro que han querido venir a acompañar a Yhan Lucas en el día, que será imborrable, de su ordenación presbiteral. Saludamos a su familia que vive una honda emoción por este acontecimiento donde se manifiesta el infinito amor de Dios en uno de sus miembros.
El Papa nos decía en la Macarena: “Dios se ha fijado en nosotros, en nuestras comunidades y en nuestras familias. El Señor ha puesto su mirada en Colombia: ustedes son signo de ese amor de predilección”. Nos decía a los sacerdotes, a los consagrados a los seminaristas.
Dios se ha fijado en esta familia que formaron Carlos Mario y Luz Dary, se ha fijado en esta comunidad parroquial de Nuestra Señora de las Mercedes, se ha fijado en nuestra Diócesis, se ha fijado, “con amor de hermano” y ha elegido a Yhan Lucas para que, “por la imposición de las manos, participe de su sagrada misión”.
Somos nuevamente bendecidos con un nuevo sacerdote. No queda más que vivir esta celebración con la alegría de la fe y con la acción de gracias y la alabanza.
No quiero dispersarme en elementos distintos a los que nos ofrece la Palabra de Dios, proclamada en esta asamblea.
“Yo el prisionero por el Señor”
Es una muy diciente definición existencial de la vocación: “ser prisionero por amor a Cristo” (como dice otra traducción). Igual como María cuando se define “esclava del Señor”. Todos los que tienen una verdadera “experiencia viva del Señor”, son atraídos de una manera irresistible por la voz, la mirada, en una palabra, por el amor del Señor, que quedan como atrapados por una presencia encantadora, seductora a la que no se quiere resistir (todo enamorado es capaz de comprender esta experiencia). Es algo que se acepta con complacencia, se le da un alegre asentimiento y se describe, ese encuentro con el Señor, según Aparecida, como “lo mejor que nos ha ocurrido en la vida” (Nro 29). Sí, Yhan Lucas, a ese Señor, que te ha aprisionado y te llama para ser de Él, tú le respondes hoy: “Aquí estoy”.
“A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo… Él ha constituido a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelizadores, a otros, pastores y maestros”.
A cada uno, a todos nosotros se le ha dado una gracia especial del Señor. Es lo que regala cada sacramento, una gracia especial. Todos tenemos la gracia bautismal, en ella todos somos, por gracia de Dios, hijos e hijas de Dios. Ojalá todos valoráramos este don que Dios nos ha regalado, que nos da la mayor dignidad y nos hace participar de una gran familia, la Iglesia.
Pero a algunos, a los que Él quiere, los llama a participar de su único sacerdocio, para enviarlos a esa misión extraordinaria, propia de Dios, que quiere que “todos se salven”. Yhan Lucas, el Señor se ha fijado precisamente en ti, nunca por tus propios méritos (como tampoco por los méritos de cada uno de nosotros sacerdotes que te acompañamos)… Misterio de elección para una misión que siempre nos supera, porque es la misión nada menos que del Hijo de Dios, pero Él confía en ti para que participes de su ser sacerdote, de su ser maestro, de su ser Pastor.
Todo eso se realiza en el sacramento que vamos a celebrar. Recibes el Espíritu Santo que te consagra de forma total al Señor, que te hace ser como Él, para que actúes en su Nombre, y te capacita para que puedas ser el dispensador de sus sagrados misterios para la santificación del pueblo que Dios ama.
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas”
Resaltemos la figura de Jesús como buen Pastor, que es la que nos presenta el Evangelio que se nos fue anunciado. Jesús es el verdadero Pastor, modelo de todos los pastores, porque es el que representa el más alto grado de amor por el rebaño. Y San Juan presenta dos características esenciales de ese Pastor.
La primera es “dar la vida”. Dar la vida implica un amor incondicional por cada una de sus ovejas. En Jesús este dar la vida se lee a la luz de su pasión, muerte y resurrección. Jesús “ofrece” su vida. El buen Pastor es el que se sacrifica por los otros, de modo incondicional. Lo contrario, lo vemos vivenciado en el asalariado: “El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandonan las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; es que al asalariado no le importan las ovejas”. Diferencia abismal en el verdadero Pastor y el que realiza su trabajo solamente por la paga. Yhan Lucas, te configuras es con Jesús, el mejor Pastor. Si aceptas ser consagrado como sacerdote, debes ser consciente que todo lo tuyo es para tus hermanos y que debes estar preparado para vencer la tentación, por una parte, del ejercicio ministerial como negocio, como beneficio personal; y de otra parte, de ser indiferente ante las diferentes situaciones que amenazan la vida de los fieles… no ceder a la tentación abandonarlos, de descuidarlos.
La otra característica, es el mutuo conocimiento: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas, y ellas me conocen”. Conocer a los suyos indica una relación muy cercana y familiar. En la comunidad cristiana hay que caminar hacia una comunión de corazón y mutuo conocimiento entre la grey y sus pastores. Hacer de cada comunidad una familia, una comunidad de hermanos, donde el amor se encarne con nombres propios; donde cada uno es importante y nadie sea discriminado.
Yhan Lucas, ama con el corazón del buen Pastor, cuida del rebaño que el Señor ponga en tus manos. Conviértete en “padre” que acoge, vigila, guía, sana, consuela, protege a cada uno de los hermanos de la familia eclesial. Que en tu corazón de pastor quepa la preocupación por las ovejas que vagan sin pastor y las ovejas que “han abandonado el rebaño” y se han alejado de la fe.
“Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados”. Es la recomendación de San Pablo a cada uno de nosotros y hoy, de manera especial a ti, Yhan Lucas. Haz sido llamado a una vocación especial dentro de la Iglesia. Lo que se pide a un administrador, es que sea fiel. El sacerdocio es una dignidad muy grande, no en cuanto al status de la persona que lo recibe y lo ejerce, sino en cuanto a la responsabilidad sublime que representa. Es la misma dignidad de Dios. El pueblo de Dios, es el pueblo amado por el Señor y el Señor nos consagra para que lo amemos en su nombre. Estamos destinados a santificar a los fieles, a acompañarlos en su perfeccionamiento espiritual y “para la edificación del Cuerpo de Cristo”. El pueblo de Dios es sagrado y merece todo el mayor respeto y la mayor dedicación. ¡Un sacerdote no le puede fallar a su gente! Un sacerdote está para acercar a sus fieles al Señor y no para espantarlos. El mismo Pablo nos ofrece unas pistas que indican cómo debe ser nuestro comportamiento: “sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, llévense unos a otros con amor”.
“Hasta que alcancemos la madurez de la plenitud de Cristo”
Todo discípulo, y con mayor razón el presbítero, está llamado a “configurarse con Cristo”. Ese es el único proceso permanente a seguir, es la fundamental espiritualidad del sacerdote: cada día más cristiano, “cada día más presbítero”, cada día más Cristo. Eso implica un “conocimiento” creciente del Señor, y por lo tanto encontrarse con Él en la Sagrada Escritura, gastando tiempo cada día en esa lectura orante de la Palabra. En la Eucaristía de cada día. El Papa nos recordó, que uno de los medios de “permanecer” en el Señor, es contemplar su divinidad en la oración, que nos saque de nosotros mismos para “ponernos con docilidad en las manos de Dios para hacer su voluntad y hacer eficaz su proyecto de salvación”, y nos recalcó acostumbrarnos a “adorarlo”, aprender a adorar al Señor en el Silencio.
La recomendación, Yhan Lucas, es que siempre avances en esa madurez cristiana, que tu ministerio sea una carrera para alcanzar a Cristo.
El Señor te ayude a llevar a buen término la obra que Él mismo ha comenzado y te ha confiado. No te falte la oración de tu familia, la fraterna caridad de tus compañeros sacerdotes y el apoyo del pueblo querido de Dios; ni tampoco la mano maternal de María.
+Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón – Rionegro