Los movimientos laicales celebraron su jornada cuaresmal
Cada año, los movimientos laicales de la diócesis, se unen para celebrar la Jornada Cuaresmal, en el tiempo de preparación a la Semana Mayor; este año, la jornada se realizó el domingo 18 de marzo en el coliseo de la Universidad Católica de Oriente, en Rionegro y contó con la presencia de aproximadamente 700 integrantes de los distintos movimientos que hacen presencia en nuestro territorio diocesano.
La jornada empezó pasadas las 8 de la mañana, con un momento de avivamiento, luego el P. Helver Duván Aristizábal, responsable de acompañar estos grupos pastorales, se dirigió a los asistentes para dar un saludo de bienvenida y la primera parte de la reflexión de la mañana, enmarcada en el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2018 “El crecer la maldad, se enfriará el amor en nuestro corazón”.
Posteriormente, el Hno Omar, de la comunidad de los Hijos del Fiat, dirigió la meditación de profundización del mensaje, enmarcado en la necesidad de amar a los demás, como Cristo nos ama, y recordando que el perdón de Dios es un misterio grande, que no alcanzamos a imaginar. Así mismo, se realizó, como parte de la meditación, una obra de teatro que abordaba diferentes problemáticas y situaciones a las que se ven enfrentadas las personas en la actualidad, pero que, gracias al amor misericordioso de Dios, se pueden solucionar y llevar a la salvación de las almas.
Luego se tuvo un momento de oración especial ante el Santísimo Sacramento, en los que se recordó la importancia de una buena preparación para vivir la Semana Mayor, a través de los elementos que nos invita la Iglesia, del Ayuno, la Oración y la Limosna.
El encuentro terminó con la Eucaristía, presidida por el padre Helver Aristizabal, quien en la Homilía, que podríamos analizar ciertos elementos de la vida cotidiana, lo primero es, “no basta únicamente con ir a un retiro, con venir a una jornada, no basta únicamente con realizar un proceso de conversión si no estamos siguiendo al señor. Eso únicamente lo que genera en nuestro corazón es la chispa y la fuerza del Espíritu Santo que motivan totalmente nuestro ser, pero diariamente tenemos que aprender a decir que ha llegado la hora, y llegado la hora significa que ha llegado el momento en que saquemos lo mejor de nuestro corazón y demostremos, vivamos y experimentemos el seguimiento del Señor”.
Decía el padre que lo primero que se debe manifestar en el seguimiento del Señor es caer en tierra “esto significa que es caer en nuestra realidad, en todo lo que nosotros tenemos, en esta peregrinación que tenemos en esta tierra pero mirando hacia el cielo. Caer en el mundo, pero no dejarnos absorber por el, si no pensar más bien que la muerte es la muerte de la mundanidad, la muerte del pecado, la muerte de toda la realidad que nos separa del señor. Dejar que muera nuestra vanidad, nuestra soberbia, que muera todo el egoísmo que hay en el corazón, para que el Señor, con un sacrificio muy humano, pueda hacer una obra muy divina en cada uno de nosotros, porque somos destinados a ser obra bella, obra divina de Dios”.
Por eso, caer en tierra significa morir, pero para abrirnos a la obra del señor, a través del amor, “Y es un amor que únicamente no se debe mover por amarnos a nosotros mismos, sino que es un amor que es capaz entregarse, de servir”.
Recordaba que partiendo del amor, es de donde sale el segundo momento del discipulado, que tiene sentido en el renacer, en dar frutos “No son frutos egoístas, es el fruto del Señor hacia mi hermano. Y es ahí donde adquiere sentido el apostolado que realizamos en los movimientos laicales, que no es una pastoral únicamente para mi o para cada uno. Sino decir que he encontrado al Señor y soy capaz de transmitir esta experiencia y despertar en el otro el deseo de lo bueno, de vivir con el Señor; no es únicamente decir: estoy en proceso de conversión y que bueno, sino que la tarea fundamental es ponernos al servicio de los demás con el testimonio, con la predicación de la palabra, llevándolos a los sacramentos, mostrándole en la vida la posibilidad de entregarse al Señor, amándole y continuar un camino enteramente de felicidad, porque solo en las manos del Señor somos capaces de ser felices”.