¿Cómo llevar a cabo una transformación Educativa Diocesana?
No es de negar que, los procesos educativos que se desarrollan en nuestro territorio necesitan pasar de una pedagogía de la resistencia a una pedagogía de la transformación, donde se empiecen a cambiar las realidades sociales que afectan los procesos de enseñanza y aprendizaje entre maestros y estudiantes. Desde esta perspectiva, es de suma importancia analizar que, las dinámicas de educación desde el ámbito político, cultural y económico permiten identificar y replantear prácticas de enseñanza que atentan contra el pensamiento crítico de los estudiantes.
Mas que resistir, se necesita que las personas comiencen a visionar un mundo mejor, mediante una perspectiva reflexiva entre las relaciones que la escuela establece constantemente con la sociedad; esto implica que nuestros maestros no se queden solamente con una postura crítica e intersubjetiva de las realidades escolares, por el contrario, el docente debe buscar una mediación reflexiva de las realidades del territorio que se viven con su carácter transformativo.
Con esto en mente, nuestras instituciones educativas deben ser mediadoras de las identidades de los pueblos, y las culturas presentes en el Oriente Antioqueño con el fin de formar estudiantes “críticos, conscientes y transformadores de sí mismos y su realidad y no simples reproductores pasivos del legado cultural, social, político y axiológico de una sociedad” (Caicedo, 2005, p.1).
En cada una de las instituciones educativas de nuestra región, aún de forma indirecta, se gesta una interrelación de la perspectiva histórica, cultural y política con los contextos más próximos. Bajo este sentido, el aspecto político en los colegios se ve evidenciado en los espacios de interacción continua, donde tanto estudiantes como maestros confrontan sus idiosincrasias, que dan pie al fortalecimiento de las relaciones sociales que se forjan conjuntamente en ese espacio.
Desde el ámbito cultural, nuestras escuelas deben ser vistas como “el lugar de la introducción, preparación y legitimación de formas particulares de vida social, prácticas sociales, aprobación de formas de conocimiento que sostienen la vida del pasado, presente y futuro de la región” (Caicedo, 2005, p.3). Es decir, los estudiantes deben comprender las formas en cómo se desarrollan las dinámicas sociales del territorio para así interpretar y reconocer los progresos culturales en el reconocimiento mutuo del bienestar social.
Con todo y lo anterior, los maestros no pueden seguir promoviendo una pedagogía de la resistencia que pase por alto las problemáticas sociales de nuestra región, y sigan reproduciendo los conocimientos y experiencias de una sociedad dividida por clases sociales desiguales. Por el contrario, se debe empezar a transformar desde las bases del reconocimiento ético y moral del otro y lo otro, para promover acciones que desarrollen las experiencias positivas de los individuos fundamentadas en el respeto, el amor y la valoración social.
- ¿Cómo desde una visión crítica se pueden romper con viejos esquemas educativos, para darle paso al reconocimiento y la autonomía estudiantil?
- ¿La escuela es el único actor que tiene la responsabilidad de ejercer un cambio social?
Por: Nelson Andrés Benavides Salamanca
Asistente de Pastoral Educativa