Consolar al triste – Obra de misericordia para meditar en diciembre

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dioc-obradiciembre15Queremos invitar a meditar durante este año jubilar las obras de misericordia corporales y espirituales, tal como lo propone el papa Francisco, por eso para el mes de diciembre, para empezar este año santo, invitamos a poner en práctica: “Consolar al triste”, al que sufre alguna dificultad, al dolorido, enfermo.

Jesús nos ha dicho: “Dichosos los que lloran, porque serán consolados”. El consuelo de Dios, por medio de su Espíritu Santo, nos consuela. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás. No se trata de decir: no llore, sino de buscar en las Escrituras, las palabras que mejor se adecuen a la situación. En los salmos podremos encontrar esa palabra de consuelo que requerimos, por eso, es conveniente recitarlos y meditarlos constantemente.

Muchas veces, esta obra de misericordia se complementará con dar un buen consejo, que ayude a superar esa situación de dolor o tristeza. Acompañar a nuestros hermanos en todos los momentos, pero sobre todo en los más difíciles, es poner en práctica el comportamiento de Jesús que se compadecía del dolor ajeno. Un ejemplo viene recogido en el evangelio de Lucas. Se trata de la resurrección del hijo de la viuda de Naím: “Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.»

San Ignacio de Loyola, en sus reglas para el discernimiento, resume la estrategia sobre cómo actuar cuando estamos en un estado de desolación. En la desolación nos sentimos tristes, deprimidos, que en realidad nadie se preocupa por nosotros, la vida parece inútil y sin sentido. Todos pasamos por este estado a veces; es parte del ser humano.

Sin embargo, cuando te des cuenta de que alguien pasa por este estado, haz todo lo que pueda para ser una fuente de aliento.

¿Cómo?

En primer lugar, orando por la persona.

En segundo lugar, una cálida sonrisa puede recorrer un largo camino.

En tercer lugar, decir una o dos palabras de aliento.

En cuarto lugar, ofrecer un cumplido en algunos puntos de alta calidad que tiene la persona.

En quinto lugar, puedes incluso contar una historia o anécdota humorística para sacar a esta persona fuera del hoyo.

Esto es muy agradable a Dios. Y podemos llegar a ser como Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a llevar la cruz.

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