Orden del Diaconado
Rionegro, 05 de Agosto de 2023
Ordenación de:
Edison Adrián Martínez Martínez, Juan Fernando Marín Mazo, Juan Felipe Gallego Granada, Neider Alexis Díaz Arbeláez, Ramiro Andrés López López, Sebastián Camilo Gómez Giraldo, Jorge Hernán Pulido Martínez, Cristhian José Martínez Martínez.
Hechos 6,1-7b Salmo 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor
Juan 15,9-17
Es fiesta diocesana, en nuestra catedral de San Nicolás. Todos los que nos hemos reunido hoy aquí sentimos con la Iglesia la alegría del llamado que Dios le hace a Edison Adrián, Juan Fernando, Juan Felipe, Neider Alexis, Ramiro Andrés, Sebastián Camilo, Jorge Hernán y Cristhian José a ser sus ministros para el servicio de la Iglesia.
Es algo tan extraordinario que nos hace exultar con el Salmo: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. Cantar es la mejor manera de expresar la alegría por las bendiciones abundantes que el Señor derrama sobre nosotros.
Ustedes cantan un “cántico nuevo” porque su vocación no se puede entender sino como “una misericordia del Señor”. No es nada que ustedes se hayan ganado, que lo tengan merecido. Son “agraciados”… Han sido ganados, seducidos por la inmensa bondad de Dios.
“Como el Padre me ha amado. Así los he amado yo” es la declaración que les hace el Señor: yo los amo con el mismo amor del Padre, origen único de toda vida y vocación. En el rito sacramental reciben una efusión del amor de Dios en el Espíritu Santo que será derramado sobre ustedes. Porque el Señor los ha buscado, llamado y amado primero, pueden ustedes hoy escucharlo, responderle y amarlo.
Dios les participa su amor. La expresión genuina del amor es comunicarse, compartirse, donarse. La vocación es justamente llamada a tomar parte del amor de Dios. La vida de cada uno de ustedes es una historia personal que narra el amor de Dios. Cada uno es una manifestación viva de la misericordia del Señor.
Entonces pueden entender su ministerio como lo entendió Jesús, que vino a amarnos con el amor de su Padre. Es lo que tienen que expresar frente a todas las personas que el Señor ponga en su camino: “Como Jesús me ha amado, así los amo yo a ustedes”, con gestos concretos de atención y dulzura, de comprensión y escucha, de servicio gratuito, de cercanía benévola, de paciencia y compasión.
Hoy sacramentalmente ustedes se hacen “uno con Jesús”, el Siervo de Dios, el Buen Samaritano, el que se agacha a lavar los pies. Se hacen signo vivo de Cristo Servidor, en orden únicamente al servicio del pueblo de Dios. Se hacen uno como Cristo Servidor, se convierten en otro Cristo, se pierden en Cristo, se sumergen en Él.
Es el mismo Espíritu de Jesús el que los “llena” a través del rito de ordenación. El Espíritu del abajamiento, el Espíritu del Crucificado que entrega la vida exclusivamente por el bien de los hombres y la gloria de Dios.
Vivan la espiritualidad del “siervo”, del vaciamiento del yo. Ya no pueden autocontemplarse y buscar su bienestar. Quedan destinados solamente Dios y los hombres
No se pueden reservar nada: pongan al servicio del amor todo lo que han recibido: mente y corazón, sensibilidad y compasión, voluntad e inteligencia, tiempo y capacidades… “Todo”, con disponibilidad plena para servir a todos los que necesitan el amor de Dios.
Vivan el espíritu de las bienaventuranzas que los conecta con la lógica del Reino. Se vuelve incompatible el poder y la arrogancia según los criterios mundanos con el servicio humilde de quien se hace el último; Son incompatibles las ambiciones y la codicia con el que no hizo alarde de su categoría de Dios; es incompatible la obsesión del éxito personal, el escalar y trepar a cualquier costo con el que es manso y humilde de corazón; no es compatible el mundo de competición y lucha por los primeros puestos con el que no vino a ser servido…
La mejor recomendación que les hace el que “no los llama siervos, sino amigos” es: “permanezcan en mi amor”. Con una promesa de bienaventuranza: “les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto”.
Permanezcan en el amor del Señor y su vida será gozosa. La entrega de la vida expresa la belleza y la alegría del amor. La gratuidad llena de plenitud.
Sean, como el Siervo Jesús, estén vacíos de ustedes mismos (no quieran hacer su voluntad) para llenarse de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios… María se dispuso como humilde sierva del Señor y el Señor obró en ella y por ella grandes cosas.
Van a responder “Sí, quiero”, al compromiso de consagrarse al servicio de la Iglesia, a desempeñar con humildad y amor el ministerio de diáconos como colaboradores del orden sacerdotal y a vivir el misterio de la fe con alma limpia y a proclamarla de palabra y obra. Es que el amor se vive en libertad; un “sí quiero” libre, gozoso, puro.
Y van a prometer abrazar el celibato como signo de su consagración a Cristo; van a prometer orar con la Liturgia de las Horas, con la Iglesia y en favor del pueblo de Dios y de todo el mundo y van a prometer obediencia al Obispo. Promesas que encuentran su sentido más profundo y evangélico si viven su vocación al ministerio diaconal en una disposición consciente de servicio y entrega.
Servicio que desplegarán en el ministerio de la Palabra, la liturgia y la caridad. Este último toma especial relevancia según escuchamos en la primera lectura: los siete diáconos se dedicarán al servicio de los pobres para favorecer el ministerio apostólico de la oración y la predicación.
“Si tuviera que escoger una reliquia de tu Pasión, Señor, sería aquella palangana llena de agua sucia con la que lavaste los pies a tus discípulos. Y luego recorrería el mundo con ella lavando los pies agachada, sin levantar la cabeza para no distinguir entre el vagabundo, el ateo, el drogadicto, el preso, el asesino. Lo haría en silencio, hasta que todos hayan entendido que en el mío habita tu amor” (Madeleine Delbrel).
Ustedes, queridos Juan Fernando, Juan Felipe, Neider Alexis, Ramiro Andrés, Sebastián Camilo, Jorge Hernán, Cristhian José y Edison Adrián, hacen parte de una familia. Sé que sus familias están aquí y los acompañan con emoción. A sus papás y hermanos les damos gracias por lo que han significado en su camino vocacional.
Nuestra Diócesis está haciendo énfasis especial durante este año en el sacramento del matrimonio y la familia. Hoy es una luminosa ocasión para recordarles a todas las familias, que son ambiente privilegiado y juegan papel preponderante en el nacimiento y cultivo de las vocaciones de especial consagración. Los papás son los primeros transmisores de la fe a sus hijos y testimonian un clima espiritual donde Dios es el quien ilumina las relaciones, los compromisos y las decisiones. Es la familia la que crea los ámbitos cristianos donde se respira la fe en la que crecen y maduran los hijos. Y es en ese ámbito de familia creyente donde el Señor le gusta provocar la libertad de los muchachos y muchachas para invitarlos: “Ven y sígueme”.
Queridos hijos, canten en cada momento, a partir de hoy, “las misericordias del Señor”. Cada acción diaconal, cada acción ministerial, manifieste el amor del Señor que hoy los abraza, los sostiene y los seduce. Canten no solo con la voz, con cánticos y oraciones, canten con su conducta, con la vida, canten la verdad y la belleza del servicio entregado.
Esa vida de buen samaritano, aliméntenla diariamente en la oración y celébrenla en la Eucaristía uniéndose al sacrificio de Jesús en la entrega total de sí mismo para la salvación de todos.
La Virgen María, acogedora de la voluntad de Dios en su alma de humilde servidora, anime la vivencia alegre de su ser diáconos del Señor y de la Iglesia.
+ Fidel León Cadavid Marín
Obispo Sonsón Rionegro