Por Javier Otálvaro Álvarez, Pbro.
Vicario de Pastoral de la diócesis
Nuestra iglesia diocesana, desde hace más de dos décadas, ha venido haciendo un camino de articulación pastoral a través del método “Planeación Pastoral Participativa”; esto ha significado importantes retos para cada una de las acciones pastorales que se llevan a cabo en nuestro territorio diocesano. Todas estas acciones nos han ayudado a crecer en la implementación de una cultura de planeación, ejecución, monitoreo y evaluación de cada una de las etapas del plan, no sin dificultades.
En la actualidad, con la etapa operativa del plan de pastoral “Nuestra Misión”, continuamos motivando y ejecutando diversas acciones que nos permitan crecer en una actividad evangelizadora más articulada, de tal manera que podamos vivenciar, desde la pastoral, una espiritualidad de comunión, la cual define el papa San Juan Pablo II en la carta apostólica “Novo Millennio Ineunte” de esta manera:
“Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón, sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado… es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias”.
Esta espiritualidad de comunión, en nuestro quehacer pastoral, se manifiesta cuando nos encaminamos y avanzamos en la unidad, con el deseo de lograr unos propósitos comunes, propiciando espacios de diálogo y escucha en los que se puedan construir propuestas que nos motiven a seguir progresando en la ejecución del plan operativo con todo lo que ello implica en la realidad histórica que compartimos.
Son expresiones de esta espiritualidad de comunión los continuos intentos por caminar juntos como sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos (as) y laicos buscando renovar nuestra vida cristiana como un reto que nos hemos trazado en esta etapa del plan. A su vez, expresión de esta espiritualidad de comunión son las distintas realidades que nos convocan y ayudan a vivenciar y fortalecer la fraternidad sacerdotal, como las reuniones diocesanas, vicariales, inter-parroquiales y espontáneas en los grupos de amistad presbiteral; también son expresión de esta espiritualidad los encuentros con los distintos grupos poblacionales, la conformación de los consejos de pastoral y asuntos económicos y todas aquellas realidades que nos implican en la comunión como vivencia del Evangelio, siempre iluminados por el Espíritu que transforma e insta a la unidad.
Esta espiritualidad de comunión, entonces, deberá repercutir en la articulación de las acciones pastorales, las cuales deben ser vistas, no como meros eventos aislados, sino como procesos que contribuyan al logro de un objetivo común.
En este año, continuamos en el fortalecimiento de una pastoral articulada a través de diversos eventos como son la estrategia “vamos a visitar a los hermanos”, el encuentro de párrocos, rectores y directores de instituciones y los responsables de proyectos parroquiales que se realizó en el mes de febrero, la apuesta a la implementación de pequeñas comunidades eclesiales, el impulso del énfasis pastoral con las diferentes iniciativas diocesanas, vicariales y parroquiales.
Todo lo anterior nos permite seguir avanzando en una pastoral cada vez más en comunión, continuar dialogando y escuchándonos, propiciando espacios para ello; nos ayuda a seguir en una implementación de procesos que unifiquen nuestro quehacer y actuar pastoral. Todo, iluminados e impulsados por el Espíritu que nos ayuda a vivir una auténtica espiritualidad de comunión y, por ende, a la extensión del reino en nuestro territorio diocesano.
