El lunes festivo, 14 de mayo, en el Coliseo Iván Ramiro Córdoba de Rionegro, se realizó la solemne celebración del Pentecostés Diocesano, una gran fiesta de toda la iglesia que peregrina en Sonsón Rionegro. Esta celebración tuvo como lema: “Nuestra Iglesia Diocesana se renueva con la fuerza del Espíritu Santo”.
La jornada inició con un espacio de animación, a cargo del ministerio de música Emaús, y un acto cultural a cargo de los diferentes movimientos laicales que hacen presencia en nuestra iglesia particular.
El padre Jaime Alberto Pérez, sacerdote que presta sus servicios en la arquidiócesis de Manizales, fue el predicador de esta jornada, quien hizo énfasis en la necesidad de empezar la renovación de la iglesia, con la renovación personal, a través de ser uno mismo, a ejemplo de Jesucristo, con una espiritualidad sólida, que tengan una acción en la pastoral eclesial, salvando vidas y siendo felices.
Al medio día, se hizo la oración con el Santísimo Sacramento, pidiendo la presencia del Espíritu Santo para toda la iglesia; el acompañamiento musical estuvo a cargo del ministerio de la Asociación Siervos del Espíritu Santo, que dirigieron los diferentes momentos de oración y alabanza.
La jornada terminó con la Eucaristía Solemne, presidida por monseñor Fidel León Cadavid, obispo diocesano, quien recordó en la homilía que el Espíritu suscita dos movimientos básicos: pasar del miedo a la alegría y pasar del encerramiento al sentirse enviados “La experiencia viva del Resucitado inicia en los suyos un nuevo itinerario radicalmente transformado y transformador; por eso decimos que con el Espíritu Santo nace la Iglesia. Jesús se nos regala, se hace don en forma de Espíritu… Comienza la Iglesia, la era del Espíritu. Con Pentecostés comienza la misión de la iglesia, para que se haga realidad el proyecto del Resucitado: que su mensaje de salvación llegue hasta los confines del mundo”.
El obispo recordó que la acción del Espíritu es interna, no actúa de afuera para dentro “Cuando se despierta el Espíritu Santo de Dios en una persona, empieza a vivir por la fuerza del Espíritu Santo de Dios y podrá dar mucho fruto. Hemos recibido al Espíritu Santo en el bautismo y nos hemos transformado en templos vivos de su presencia, para dejarnos conducir por Él y para sentirnos movidos a testimoniar y anunciar las maravillas de Dios entre nuestros hermanos”.
Además, monseñor Fidel, recordando a San Pablo, dijo que el Espíritu es el motor que mueve a los cristianos a edificar la iglesia en la unidad, conservando la diversidad “Todos los variados carismas están al servicio de la comunión del cuerpo de Cristo. Todo lo que el Espíritu provoca y realiza en la vida del bautizado, es para bien común, para el servicio de todos”; además, el obispo hacía énfasis en que el Espíritu nos hace reconocer a Jesús como Señor de nuestra vida y nos hace vivir la vida cristiana con coherencia, porque “Sin el Espíritu del Resucitado no podemos vivir en la lógica del Evangelio, en un amor desbordado, un amor de locura; Él hace que nuestras actitudes, palabras, gestos, decisiones y acciones sean de cristianos; es el motor que impulsa, acompaña e inspira la misión universal, es el que empuja y motiva a miles de misioneros para seguir anunciando el nombre de Jesús, es el que imprime el profetismo en la misión que nos arranque del pasado nostálgico y de aferrarnos a lo que siempre se ha hecho. Todo testigo, todo apóstol de todos los tiempos, ha de ser persona llena del Espíritu Santo”.
El obispo, recordando el momento del bautismo en el que todos recibimos el Espíritu Santo, preguntó a los asistentes de la capacidad para vivir la alegría y la paz de Dios “¿Somos personas en paz y portadoras de paz? ¿Somos capaces de reconciliarnos y reconciliar? ¿Hemos aprendido la lección del perdón? ¿La paz y la alegría se han instalado en nuestras relaciones, acuerdos, discernimientos y acciones?”
Por último, monseñor Fidel indicó que el Espíritu Santo, como gran arquitecto de la Iglesia, se vale de cada uno de nosotros “Somos sus colaboradores, pero debemos conocer los planos y obedecer sus indicaciones. Tenemos que aprender su lenguaje, el lenguaje del amor, que nos hace sintonizar con los hombres de todas las culturas y razas. No podemos edificar a nuestro antojo; toda armonía surge de ese guía y conductor. Cuando se tienen criterios personales, surgen la división y las iglesias de garaje, la religión como moda. El Espíritu lidera todas las grandes causas: la verdad, la justicia, la unidad…”
Reviva la homilía completa
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