VOCACIÓN REAL Y REALISTA

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VOCACIÓN REAL Y REALISTA

Seguimos con la línea de reflexión del artículo anterior, basándonos ahora en la pregunta que planteábamos al final.

¿Disfrutas y vives con alegría tu vocación?

Traigamos al papel una de las promesas de Jesús a los discípulos y pongámosla en confrontación con algunas realidades actuales de la vida consagrada, para finalmente tratar de encontrar cierto equilibrio.

El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8,12).

Jesús dirigió estas palabras a varios de sus amigos, quedando como enseñanza para todos los demás: No caminarán en tinieblas… es la promesa del Espíritu Santo, quien actúa en la vida de cada persona. El estilo de vida de Jesús no nos encamina hacia circunstancias oscuras ni ocultas; Él nos promete la luz de su gracia.

¿Y qué sucede entonces cuando un consagrado se siente abrumado por la oscuridad de la vida que se complica? ¿falla la promesa?

Sin pretender solucionar este conflicto existencial, tendremos que decir que toda vocación, si es real y realista, se enfrentará a las “oscuridades naturales de la vida”.

Es que la vida está sometida momentáneamente para todos a ese principio presocrático del devenir, al espacio y tiempo pasajeros, a la certeza actual de saber que todo lo material pasa, todo cambia, todo se termina; nosotros los creyentes tratamos de comprenderlo desde la mente y designio del Creador, pero es realidad conocida que la vida en todas sus formas está sometida al cambio, a la construcción y destrucción, a la ganancia y a la pérdida, al placer y al dolor; las personas, las cosas, lo que amamos y lo que odiamos, nosotros mismos, somos abrumadoramente pasajeros.

Las palabras del cardenal Italiano Raniero Cantalamessa en el contexto de la celebración de La Pasión del Señor en el año 2020, tiempo de pandemia, nos iluminan sobre las circunstancias complejas de la realidad humana cuando ésta es desafiante y difícil:

¿Acaso Dios Padre ha querido la muerte de su Hijo, para sacar un bien de ella? No, simplemente ha permitido que la libertad humana siguiera su curso, haciendo, sin embargo, que sirviera a su plan, no al de los hombres. Esto vale también para los males naturales como los terremotos y las pestes. Él no los suscita. Él ha dado también a la naturaleza una especie de libertad, cualitativamente diferente, sin duda, de la libertad moral del hombre, pero siempre una forma de libertad. Libertad de evolucionar según sus leyes de desarrollo. No ha creado el mundo como un reloj programado con antelación en cualquier mínimo movimiento suyo. Es lo que algunos llaman la casualidad, y que la Biblia, en cambio, llama «sabiduría de Dios.

¿No podemos evitar la dificultad y cierta oscuridad en la vida humana?

No hay que tener miedo en afirmar que, por ahora, no lo podemos hacer. La existencia nos desafiará con todo lo que tiene y muchas veces nos lastimará. Tendremos que trabajar para construir las mejores circunstancias posibles y en eso se nos irán los años.

Después de todo, sabemos que el “aquí” no es el “ahora” definitivo.

En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo”. Juan 16, 33

 

Por: Pbro. Sergio Urrego Marulanda
Promotor Vocacional

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