el Oriente Antioqueño era una porción de la Arquidiócesis de Medellín. Era una región con una vocación decididamente agrícola, con escasas vías de comunicación y aún no se vislumbraba un futuro promisorio. Sus gentes eran muy cristinas, con costumbres sanas, con una vida familiar armoniosa, con amor por el trabajo y por su terruño. La vida de esta región transcurría sin sobresaltos entre la oración de la mañana y el santo rosario familiar al anochecer.

Sonsón era la población más grande del Oriente. Tenía un templo imponente, de granito y altares de mármol de carrara. Tierra levítica, con una profunda fe eucarística y mariana, cuna de hombres que dieron lustre a las ciencias, a la administración pública, a las letras y a la Iglesia.

El Papa que entonces pastoreaba la Iglesia era Pío XII, hombre de una profunda sabiduría, luz en medio de las tinieblas que había dejado la segunda guerra mundial. El 18 de marzo de 1957, mediante un documento llamado Bula «In apostolici múneris», creó la Diócesis de Sonsón, desmembrando su territorio de la Arquidiócesis de Medellín y nombrando como su primer Obispo al Excelentísimo Señor Alberto Uribe Urdaneta, quien se desempeñaba entonces como Obispo auxiliar de Manizales. La nueva diócesis se inauguró el 16 de junio del mismo año con 69 sacerdotes y un nutrido grupo de seminaristas. Atendería 29 parroquias situadas entre el Magdalena Medio y el Suroriente antioqueño.

Con el paso de los años, Rionegro se fue configurando como el centro geográfico, comercial, administrativo e industrial del Oriente. Esa circunstancia, unida a una mayor facilidad para el gobierno diocesano, hizo que a partir del 20 de abril de 1968, Rionegro fuera elevada a la categoría de concátedra por decisión del Papa Paulo VI mediante la Bula «Quamquam Apostoli», lo cual significaba que la diócesis se llamaría a partir de ese momento Diócesis de Sonsón – Rionegro, y tendría dos catedrales, alrededor de las cuales se sigue edificando la Iglesia en esta región de Antioquia.